domingo, 27 de diciembre de 2015

Navidad en occidente

                                                     Dibujo de Universo Pamp.


El anciano veía como su traje rojo se había ajado con los años, y su ánimo también. Pensó en llamar a los Reyes, tiempo atrás fueron muy buenos consejeros, pero después del desplante del año pasado ya no querrían hablar con él. Desesperado, agarró la botella de Coca-cola, y en un último acto de cobardía, se la bebió de un trago, sin dejar de pensar que había más niños que juguetes, que había más trabajadores que trabajo, que había más piratas que botín.

Navidad en oriente

                                                      Dibujo de Universo Pamp.


El trineo se estrelló contra el monte. Sus restos se esparcieron por la ladera, junto a los cuerpos sin vida, de los renos y del anciano de la barba blanca.

–¿A quién se le ocurre sobrevolar una zona en guerra?

–¡Baltasar, no seas cínico, que te hemos visto! ¡Lo has hecho a propósito!

jueves, 17 de diciembre de 2015

Smells like heavy metal

                                                 Dibujo de Universo Pamp.


Allá en los años noventa, mi pelo creció a ritmo de grunge. No digo que quisiera ser Kurt Cobain, pero sí quería molar como él, apestando a espíritu adolescente. Pero mi melena nunca llegó a parecerse a la suya. Reconozco que era un gustazo agitar la cabeza cuando Cobain berreaba en flor, o sacudir lentamente la cabellera, cuando Polly pedía una galleta. Las noches de juerga eran bestiales en el momento que me soltaba la coleta.

Me llevé un buen palo, una noche que me crucé con un borracho que se empeñó en que con esos pelos parecía Bruce Dickinson. Yo crecí escuchando a Iron Maiden, y el amigo Bruce era el puto amo, para mí, pero yo quería ser Kurt. Los ochenta ya habían pasado, y lo que sonaba entonces era Nirvana, era Pearl Jam, era Sonic Youth. Por mucho que cambiara de garito, bar, local o discoteca, siempre me lo encontraba, llamándome a gritos, Bruce. A punto estuve de pegarle, pero a esas horas yo ya tenía una enorme borrachera, y el tío terminó cayéndome bien.

Lo último que recuerdo de aquella noche es vernos a los dos, ebrios perdidos, chapurreando a grito pelao, Run to the hills.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Escaleras

                                                     Dibujo de Universo Pamp.


Esta mañana la casa tenía un piso más. Y el ascensor sigue sin funcionar. Recuerdo cuando nos vinimos a vivir aquí, mi Rodolfo y yo, recién casados, llenos de ilusión. Él nunca quiso un bajo, con la gente pasando por delante de tu ventana, y metiéndose los bichos del jardín. En un primero estábamos bien, sin tener que usar el ascensor, ni cuando me subió en brazos, el día que lo estrenamos, ni cuando nació Raúl. Yo era una madre joven y no me importaba subir y bajar, cargada con el cochecito. Fue cuando nació Ricardo que me di cuenta que la casa había crecido y que tenía que bajar dos pisos, con el pequeño a cuestas, el mayor corriendo, y yo gritándole. Era cuando la señora Justina se asomaba por la puerta y me decía:

–Ay, Ramona, nunca te cansarás de estas escaleras.

Pero claro, el ascensor se estropeaba cada dos por tres, y a mí no me quedaba más remedio que tirar para arriba. Al poco de nacer Rafita, Rodolfo tuvo el accidente. Casi se me va. El coche quedó siniestro total, y él se vio obligado a subir tres pisos cada día, primero con las muletas y luego con el bastón. Nunca dejó que le ayudáramos. Cuando la Justi le oía pasar, siempre se asomaba.

–Tenga cuidado, don Rodolfo, no se vaya a caer –le decía.

Y a punto estuvo de salir rodando cuando tuvo que ir a buscar a Raúl a la comisaría. Estaba tan furioso que no se dio cuenta de que ahora vivíamos en un cuarto. Nos costó subir hasta el quinto para poder enderezar al muchacho. Fue antes de que su hermano se casara. Recuerdo que la madre de ella se sorprendió de lo bien que nos conservábamos.

–Es que hacemos mucho ejercicio –bromeé–, no paramos de subir y bajar escaleras.

La casa volvió a crecer cuando Rodolfo murió. Los de la ambulancia protestaron al ver que el ascensor no funcionaba. Al pobre Rafi le dio mucha pena tener que dejarme ahí, tan arriba, para irse a estudiar a Oxford. Pero la vida sigue, cumpleaños, bautizos, bodas y comuniones, y una tiene que seguir subiendo y bajando. Tarde o temprano llega un momento en que los hijos, las nueras y los nietos se cansan de tener que andar siete pisos para verte, bueno, ocho pisos, si tenemos en cuenta que esta mañana la casa ha vuelto a crecer.

A veces pienso que el maldito ascensor nunca llegó a funcionar. A veces echo de menos a la cotilla de Justina. Estas escaleras son cada día más largas y estrechas. No sé que haré cuando tenga que subir al piso diez.

domingo, 25 de octubre de 2015

El Rey de la Piel de Banana

                                               Dibujo de Universo Pamp.


El Rey de la Piel de Banana se ha vuelto loco. Le ha declarado la guerra a todo el mundo.

El Duque de Perales está histérico. Sabe que no puede enfrentarse a su ejército de plátanos de Canarias, y busca una alianza con sus enemigos, para vencer al cruel rey.

El Vizconde Ciruelo teme a la flota de chirimoyas blindadas del rey loco. Conoce su terrible poder de destrucción.

Las cerezas espías del Marques de Fresones han descubierto que el ambicioso rey ha convocado a sus tropas especiales de bananas tropicales de Borneo.

La cosa no pinta bien. Van a necesitar más aliados.

Las negociaciones con Lady Cotton garantizan la participación de sus melocotones asesinos. A ninguno les gusta tenerlos tan cerca, pero no hay más remedio. El Barón Limoner se ha unido a la causa del rey, y todos saben cómo se las gastan sus cítricos mercenarios.

–¡Esto es la hecatombe! –exclama Frai Picoto.

–Es el fin –susurra la Hermana Nectarina.

Kiwis, granadas y sandías huyen despavoridos, ante la inminente batalla. El Rey de la Piel de Banana se frota las manos, al ver todo dispuesto.

El General Manzanuelo piensa que se va a liar una terrible compota, y se dice que hoy es un buen día para morir.

La reina, sujetando la corona con rabia, está harta de las excentricidades de su marido.

–¡Por Dios, Epifanio! ¿Quieres dejar de declararle la guerra a la gente?

viernes, 4 de septiembre de 2015

Besos de princesa

                                                   Dibujo de Universo Pamp.


La princesa Adriana está enfadada, pues su príncipe azul le ha salido rana. Al primer beso que le dio, salió dando saltos por los pasillos. ¡Sin ni siquiera decir adiós! Ya es la tercera vez que le pasa.

La reina Andrea no para de gruñir, pues al rey Andrés le huelen los pies. Ya no es el príncipe esbelto que conoció tras su primer beso de amor.

–¡Hombres! ¡Para qué los queremos!

El rey vaga por los pasillos, añorando los viejos tiempos, cuando saltaba libre por el pantano, comiendo moscas y mosquitos. Cuando vio pasar al príncipe, le gritó:

–¡Corre, muchacho, corre!

El príncipe Julián quiere aprovechar la ocasión para pedir la mano de la princesa, pero tiene miedo, porque ha oído decir que es muy besucona.

La pobre Adriana practica sus besos con un muñeco de trapo. No quiere que le pase lo mismo de siempre.

El rey, hastiado, murmura entre dientes:

–Ay, muchacho, no sabes donde te metes.

La reina, enojada, le suelta una colleja que le descoloca la corona.

–¡Maldito sea el día en que te besé!

sábado, 15 de agosto de 2015

Viajes de papel

                                                   Dibujo de Universo Pamp.


Mi primer viaje fue con el superzorro, por los enormes túneles que cavó para robarle manzanas a los tres granjeros huraños. ¡Qué ricas estaban! A partir de ahí todo fue pan comido. Surqué los mares con el pirata Garrapata, escalé la montaña con Kimazi, me enfrenté al ejército de Napoleón, con el húsar húngaro que vendió su alma al diablo, descubrí el secreto de la arboleda, y resolví un asesinato en el Canadian Express…

Pero nunca olvidé esos túneles, en ellos escapé, tiempo después, de los trípodes marcianos, con H.G. Wells. Fueron días difíciles, no habría podido soportarlo sin su ayuda. Pero eso fue a final de siglo, cuando Vargas Llosa me contó cómo el ejército se movilizó en un pequeño pueblo de Brasil, cuando Lord Jim hizo lo imposible por recuperar el honor que abandonó en el barco naufragado. En esos túneles podría haberse escondido Gregorio, si las depresiones de Kafka no le hubieran matado. En esos túneles en los que habitaba Drizzt Do'Urden, el elfo oscuro. En los mismos donde conocí al señor Barlow, el terrible vampiro que asoló Salem's lot. Los mismos túneles por los que huí de la policía, con John Rambo. Él me enseñó que una novela sencilla podía dar mucho de sí.

Y después de viajar con don Quijote y padecer con Fray Luis de León, cayó en mis manos el libro de Stepan Zabrel. Entonces descubrí que lo que quería era rescatar al abuelo Tomás, de la residencia. De nuevo volví a ser un niño, volando con aquella nave que hice con un colchón y un ventilador. Con ella me llevé al abuelo lejos, muy lejos, entre las lunas de Júpiter. Cuando él vio el enorme monolito que se aproximaba, exclamó:

–¡Dios mío, está lleno de estrellas!

jueves, 23 de julio de 2015

La abuela Josefina

                                              Dibujo de Universo Pamp.


La abuela Josefina ya es muy mayor y se le va la cabeza. Cada día me llama de una manera: Azucena, Rosita, Jazmín o Margarita, pero yo no me enfado. Sé que antes vivía en una residencia porque estaba malita y se le olvidaban las cosas. Mamá dice que la han traído para que cuide de mí, papá no deja de gruñir y dice que si no fuera porque tiene que trabajar todo el día…

A mí me gusta tenerla en casa, es muy divertida cuando no sabe qué zapato se pone en el pie izquierdo y cuál en el derecho. Me encanta enhebrarle las agujas, menudos líos arma cuando se pone a coser. El otro día se empeñó en cocinar y casi lo quema todo. La pobre no sabía qué decirle a los bomberos. No paraba de llamarles Carmelo y Paquito, y de ofrecerles galletas. Jo, qué risa. Cuando mis padres llegaron del trabajo, les dijo que todo iba bien.

–Todo bien, Felisa, todo bien.

–Mamá, que soy Isabel.

Eso sí, de lo que nunca se olvida la abuela es de ir a buscarme al colegio. Claro, que luego no se acuerda del camino de vuelta, y en más de una ocasión nos perdemos. Es genial, porque siempre terminamos viviendo fantásticas aventuras. Una vez, un duende quiso quitarnos nuestro oro, en la arboleda, pero la abuela Josefina le arreó con el bolso hasta hacerle huir. También me dio a mí un par de veces, pero no se lo tuve en cuenta, pues yo sé que le cuesta distinguir. Otra tarde nos atacó un ejército de ratas asesinas, pero la abuela las espantó gritando. Ni siquiera entendí lo que decía, pero fue muy divertido.

El día que más miedo pasamos fue cuando nos encontramos un dragón, en el parque, que nos persiguió, ladrando y echando fuego por la boca, hasta que llegamos a casa. La abuela tenía tanto miedo que soltó el bastón y dejó de cojear.

Por las noches, cuando me arropa en la cama, yo le cuento nuestras aventuras, porque a ella se le olvidan. La abuela se lo pasa pipa, yo la quiero un montón, y así se va contenta a dormir.

–Buenas noches, abuela.

–Buenas noches, Dorotea.

sábado, 30 de mayo de 2015

La parca y yo

                                                    Dibujo de Universo Pamp.


Nunca pensé que esto duraría tanto, pero así fue. El día que la parca me vino a ver, la desafié a una partida de ajedrez. Sí, ya sé que suena pedante, aún no comprendo por qué lo hice. No digo que no fuera por miedo, que lo tenía, ni por ganas de vivir, que tenía muchas más, y aún las sigo teniendo. Puede que fuera por esa forma de ser de los de nuestra tierra, el caso es que ella aceptó.

Hubo un tiempo en que pensé que podría ganarle, pero claro, nadie puede vencer a la muerte. Yo jugaba con prudencia, no quería sacrificar ninguna ficha, ella iba a lo que iba. Qué le vamos a hacer. Por el camino perdí peones, alfiles, amigos y familiares. Era inevitable, la partida tenía que avanzar. Yo nunca fui muy bueno en esto, lo reconozco, pero aguanté como un campeón. Ella tuvo que dar lo mejor de sí misma, se lo pasó verdaderamente bien. Durante mis estancias en el hospital, llegamos a ser buenos amigos.

Al final, mi rey cayó, la cosa no se podía alargar más.

Ha estado bien, no lo lamento, solo siento haber dejado sola a mi reina. Bien sabe Dios que si me han vencido es porque la protegía a ella. Al fin y al cabo, todos nos volveremos a reunir en el tablero. Y qué porras, si me tengo que ir, es mejor hacerlo con una buena amiga.

domingo, 5 de abril de 2015

Holocausto

                                                     Dibujo de Universo Pamp.


José Francisco Calvario se presentó en mitad de la plaza y esperó. Esperó de pie, bajo el sol abrasador, sin desfallecer y sin bajar la mirada.
Meco Morales llegó, con su traje italiano y sus gafas de sol, portando una semiautomática de fabricación sueca. Se colocó frente a él, y con una mirada de desprecio, preguntó:

–¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¡Tú no eres al que espero!

–No importa –contestó Calvario–, yo estoy aquí por él.

Al sicario no le hizo ninguna gracia aquello.

–¿Qué chingadera es esta? ¡Tú no eres a quien tengo que matar!

–Reynaldo Coronas no va a venir, yo he venido en su lugar.

–¿Pero qué dices, cabrón? ¡No seas pendejo! ¡No tengo nada contra ti!

Se le estaba acabando la paciencia, él era un profesional y no tenía por qué soportar eso, pero el bueno de José Francisco se empeñó en permanecer allí, en lugar del terrible narcotraficante. Morales le disparó en las rodillas, se supone que le tenía que hacer sufrir, pero al final se decidió a vaciarle el cargador en la cabeza.

La gente escuchó los disparos y acudió corriendo al lugar, y al ver el cuerpo tirado en el suelo, empezaron a darle patadas.

–¡Toma, desgraciado, por hacernos sufrir!

–¡Toma, maldito, tus drogas no nos traerán más suplicios!

Los niños le tiraban piedras, y las ancianas le escupían. Cuando llegaron los policías, se pusieron a dispararle, ya fueran corruptos o no, aún a sabiendas de que no era el auténtico Coronas.

La gente del cártel desvalijó la lujosa casa de su jefe, llegaron a compartir el botín con sus rivales, los hombres de Carranza, que habían llegado con intención de matar. Ahora podían huir y empezar una nueva vida.

Los campos de coca fueron arrasados por los agentes de la C.I.A, que vieron que el negocio se acababa, y se marcharon de aquel pueblo que nunca les recibió bien. Los jóvenes del lugar ya no podrían ganarse la vida en aquellos cultivos, pero no lo sintieron, esa no era forma de salir adelante.

Los aldeanos enterraron el cuerpo de Calvario en el desierto. Nadie dijo nada, el párroco rezó dos salmos, y nadie volvió a hablar de ello.

Reynaldo Coronas y su familia se instalaron en una humilde choza, para vivir del huerto de patatas que había junto a ella. En el pueblo nadie puso ningún reparo, le aceptaron como a uno más.
Cada noche, durante la cena, dan gracias a Dios por los alimentos recibidos, y a aquel pobre campesino, por pagar sus pecados por él y por todos.

domingo, 22 de febrero de 2015

El otro día

                                                   Dibujo de Universo Pamp.


El otro día murió mi tío.
El médico le dio tan solo unas horas de vida, pero él aguantó. Aguantó horas, semanas y días. Aguantó sin siquiera quererlo. Harto ya de todo, y casi sin saberlo, aguantó y aguantó hasta el final.