lunes, 24 de agosto de 2009

El que explota

Dibujo de Pamp.

Omar, hijo de Mustafa y Zaida, fue elegido por Alá el mismo día de su nacimiento, o al menos eso le dijeron, para liberar al mundo de infieles.
Su padre le puso el nombre de su héroe, que marchó a la helada estepa a combatir a los comunistas.
Siempre le decía orgulloso: -Tú construirás un mundo mejor, hijo mio.
Su tío Said quería llamarle Osama, que era un héroe de verdad y no uno sacado de una película americana mal entendida, pero se tuvo que conformar.
Cuando era pequeño le instaló una bomba alrededor de su cuerpo para que viviera con ella hasta que llegara el momento.
- Ten cuidado - le indicaba - no le des golpes fuertes y no cortes ningún cable.
Su madre le decía con cariño: - Ten cuidado no te manches ¿que dirían lo demás niños si te vieran con la bomba sucia?
Pero los otros niños no querían jugar con él, tenían miedo de que explotara.
Se pasaba las tardes con el tío Said que le hablaba de la verdad de Alá y de la guerra santa. Le enseñaba el mantenimiento del explosivo y, de vez en cuando jugaban al ajedrez.

Cuando era adolescente no tenía amigos y solo quería salir con chicas, pero ellas no se atrevían a acercarse.
El tío le enseñó defensa personal, le enseñó a usar el fusil Kalasnikof y la pistola Bloc (de las que no detectan en los aeropuertos), era capaz de matar a un hombre con sus propias manos y podía disparar a un mosquito en una tormenta de arena a kilómetros de distancia.
Practicaban la oración y el ayuno, y llegado el momento le llevó a la meca.
Ocurrió tras una partida de ajedrez en la que el joven, después de quedarse sin la mitad de las fichas, sacrificó la reina para realizar un magistral jaque mate. El tío Said comprendió que su sobrino estaba preparado.
Ya era un hombre.
Omar estaba emocionado porque seguía los designios de Alá, pero cuando llegaron se formó un gran revuelo, todos salían corriendo al ver un terrorista. La guardia armada les rodeaba, nerviosos y gritando.
El anciano integrista intentó calmarles explicando que su joven sobrino era un mártir de Dios y que lo había traído para purificarse antes de su misión.
Ellos, sin bajar las armas, les invitaron a que se marcharan.
El anciano ya no podía esperar más.
-No te preocupes, hijo, ya ha llegado la hora, dentro de una semana partirás a tierras impuras. Allí otros mártires de la causa te ayudarán en tu misión y Alá guiará tus pasos.
En esos días le sometió a un entrenamiento intensivo y le inculcó el odio al extranjero infiel y al gran Satán.
Llegado el momento, le entregó un pasaporte falso y un permiso de trabajo. Le dio instrucciones y le embarcó en un avión.
Sus padres y su tío estaban orgullosos, por fin iba a cumplir su divina misión. Pero Omar seguía sin entender por qué Alá, con toda su grandeza, le mandaba matar a una gente que no conocía y que no le había hecho nada.

Por fin llegó a tierras cristianas, donde le recibieron unos amigos del tío Said. Le consiguieron una habitación y un trabajo en un almacén de la ciudad para pasar desapercibido mientras preparaban el atentado.
El plan era una salvajada, iba a morir mucha gente, pero él no quería matar a nadie, allí podría ser feliz, nadie sabía que llevaba una bomba (excepto aquel día en el aeropuerto y aquella vez en el banco que saltó la alarma...), no le tenían miedo, pero le despreciaban por ser extranjero y le llamaban "moromierda" y cosas así.
-¡Lo ves, son unos cerdos y merecen morir!- exclamaban sus compañeros- ¡No puedes dar la espalda a los tuyos! ¡No puedes renegar de Alá!

Omar se escapó, no quería matar a nadie y no sabía donde ir. Confuso, fue a la mezquita a pedir consejo. Era grande y moderna, no como la de su pueblo, y el Iman era distinto a los que conocía, no tenía la barba tan larga ni vestía como ellos.
-¿En que puedo ayudarte?- Parecía muy amable.
Empezó a contarle su problema.
- Me parece que malinterpretas las enseñanzas del Corán- le interrumpió - ven conmigo y te enseñaré la verdad de Alá.
El muchacho, esperanzado, siguió contando su historia y cuando llegó a la parte de la bomba, el sacerdote se quedó pálido y empezó a gritar "asesino" y cosas así y llamó a la policía.
Omar salió corriendo y al no saber donde esconderse, se metió en una iglesia.
Un anciano cura le atendió y le llevó al confesionario.
-Ave Maria purísima- Él no entendió ni torta.
- Verá, yo soy musulmán.
-No te preocupes- contestó amablemente- las puertas del señor están abiertas a todos.
-Mis compañeros quieren que mate a gente inocente.
El párroco no parecía sorprenderse.
-No tienes por qué hacerlo si no quieres.
-Pero... es que... tengo una bomba alrededor de mi cuerpo y... tarde o temprano explotará.
El cura se puso pálido.
-Bueno... hijo... no se... quizá deberías acudir a la mezquita... allí te atenderán mejor, al fin y al cabo solo soy un humilde sacerdote católico...
El chico comprendió que le estaban echando y se fue cabizbajo.
Nadie le quería.

Empezó a viajar por el mundo, escapando de su destino.
En unos países le tachaban de traidor y en otros de asesino, en unos le odiaban y en otros le despreciaban. En los aeropuertos se armaba siempre un jaleo cuando veían al terrorista.
Harto de huir, decidió ir a la Gran Manzana, donde habita el Gran Satán, a ver si era verdad lo que decía el tío Said.

Cuando llegó al aeropuerto vio como trataban a su gente y, asustado, se escondió en un avión de mercancías que le llevó a las gélidas tierras del norte.
Llegó a un pueblo donde le vino a recibir un orondo hombre con una gorra de la NASA y una escopeta.
-Fuera de aquí, hijo, no queremos gente de tu calaña, sois peores que los comunistas.
Ya no sabia donde ir y se internó en el bosque, hacia mucho frío y empezó a nevar.
No dejaba de pensar que el tal Omar que combatió a los comunistas no debió ser tan bueno como decía su padre. Estaba delirando, no soportaba más y se desmalló.
Cuando despertó ya no nevaba, estaba anocheciendo y tenia mucho frío.
Un anciano le miraba a los ojos.
-Hola, soy Cuervo Solitario ¿Quien eres tu?
-Me llamo Omar.
-Que nombre tan raro ¿Que significa?
-Significa "el que construye"- Recordó con dignidad.
-¿"El que construye" y llevas una bomba en el cuerpo?- dijo socarrón.
El chico sonrió y le contó su historia al indio, era el primero que no se asustaba del explosivo.
-¿Alá, grande, único? que tontería, no puede haber solo un dios que se encargue de todo, es mucha responsabilidad y a la larga lleva al fascismo.
-No te preocupes muchacho, ven a dormir a mi casa, mi mujer cocina de maravilla. Ya veremos mañana que hacemos contigo.

A la mañana siguiente, todo el pueblo se había reunido en la casa de Cuervo Solitario, querían conocer al chico de la bomba alrededor de su cuerpo. Todos eran muy simpáticos con él y no le tenían miedo. A los niños les parecía interesante y las chicas lo encontraban guapo.
Llamaron a Lobo Estepario que había estudiado ingeniería en la universidad y sabría que hacer con su problema.
Cuando llegó el joven, enseguida hicieron buenas migas.
-¡Madre mía! este artefacto es una maravilla de la técnica, tienes que estar orgulloso, ya no se fabrican bombas como esta.
Omar sonrió.
-No te la puedo quitar ni desconectar, tiene un mecanismo muy complejo, pero puedo calcular cuando va a explotar.
Omar seguía sonriendo, las noticias eran malas, pero por primera vez tenía un amigo.

El consejo de ancianos se reunió e hizo llamar al joven musulmán.
-Hemos llegado a un acuerdo- Dijo Cuervo Solitario a la cabeza del consejo- Lobo Estepario ha calculado que tu cacharro explosionará en tres meses, hasta entonces vivirás con nosotros y serás uno más.
Omar lloraba conmovido.
-Como tu nombre es "el que construye" construirás una plataforma en lo alto de la colina y cuando llegue el día celebraremos una fiesta en tu honor y al final subirás a la plataforma, explotaras y bailaremos hasta el amanecer. Ya no tienes que huir ni matar a nadie. Ahora te llamas "El que explota".

Todo ese tiempo Omar fue feliz entre sus amigos sin odiar ni ser despreciado por nadie. Todos le admiraban y le querían.
La plataforma se terminó en el plazo acordado y el día de la fiesta todos lo pasaron muy bien.
Al final "El que explota" subió arriba, dio gracias a Alá por esos meses junto a esa gente maravillosa y explotó de felicidad.
Todos aplaudieron por su amigo y bailaron hasta el amanecer dándole las gracias, pues hacía mucho tiempo que no tenían fuegos artificiales.