viernes, 16 de agosto de 2013

La señora gordinflona

                                                        Esta vez el dibujo es mío.

La señora gordinflona ha desaparecido, hace un momento estaba ahí y ahora no se la ve por ninguna parte.
–¿A dónde habrá ido, qué no se la ve? –exclama Pedrote.
–¿Estará detrás de esa farola? –se pregunta Chelito.
–No puede ser –contesta Chechu–, con lo gorda que está, se la vería.
–¿Se habrá escondido en los columpios del parque? –pregunta Carlota.
–Imposible –añade Andrés–, su enorme pandero asomaría por el tobogán.
–Pues vosotros me diréis, pero no puede desaparecer así como así –gruñe Pedrote.
–Pues yo sigo diciendo que está detrás de la farola –insiste Chelito.
–¡Qué no, Chelito, qué no puede ser! –refunfuña Chechu.
–Nosotras creemos que se oculta tras ese matorral –añaden las hermanas Milindre.
–Ese matorral es muy pequeño y no puede tapar sus rizos gigantescos –observa Marucha, alargando el cuello.
–¿Y dónde porras está? –grita Pedrote, desesperado.

–¡Tachán! ¡Aquí estoy!

–Señora Gloria, ¿dónde se había metido?, que no la veíamos –pregunta Carlota.
–Pues detrás de la farola –contesta la muy gordinflona.
–¿Lo ves, Chechu, lo ves? ¡Ya te lo dije! –sonríe Chelito.
–¿Pero cómo lo ha hecho? –pregunta Andrés.
–¡Chas cataplás, magia borragia! –contesta la señora.
–Ya sabía yo que era una bruja buena –le dice Carlota.

–Pero, ¿no se irá a comer todos esos caramelos que lleva? –interviene Bertín.
–No, bonito, no, estos caramelos son para vosotros.
–Señora Gloria, es usted un cielo –suspira Marucha, conmovida.

–Gracias, tesoro, pero que no me entere yo que aceptáis caramelos de los desconocidos.

–No se preocupe, señora Gloria –afirma Chechu, con altivez–, en el pueblo no hay desconocidos.

jueves, 8 de agosto de 2013

Un mechón de tu cabello

                                                   Dibujo de Universo Pamp.

Un mechón de tu cabello me he llevado a la tumba, y contra mi pecho lo aprieto para recordar lo que te hice. Sé que estuvo mal, pero no pude pedir perdón. Te abalanzaste sobre mí y solo me dio tiempo a agarrarme a tu pelo. Y aunque no te guardo rencor, el mechón conservo entre mis dedos, para no olvidar que fuiste tú la que me mató.