sábado, 31 de mayo de 2014

30 Minutos

                                                 Dibujo de Universo Pamp.


Aún queda media hora para que la bomba explote. Media hora todavía y Lucía no acaba de llegar. El edificio ya ha sido evacuado y me sobra tiempo para huir, pero claro, si suelto el cable ya no será media hora sino 30 segundos. La suerte está echada, la policía no me dejará salir con vida, y me niego a morir sin decirle que la quiero. ¡Maldita bomba sensible a las ondas que no me permite llamarla! Bueno, mejor así, por fin podré decírselo a la cara.
El contador marca 25 minutos. En verdad no es tanto tiempo, pues también le tengo que pedir perdón. Perdón por todo lo que le hice, por los escándalos, por las detenciones, por los embargos del banco, y por lo de su padre. Yo nunca quise matarle, era un buen hombre, y un honrado policía. Era una cuestión de muerte, era él o yo. En verdad fue un accidente. ¡Como lo de esta bomba!
¡Maldita sea, 17 minutos! ¿Pero donde está?
A lo mejor no quiere venir, quizá deseé verme muerto. Así se haría justicia, el asesino habría caído. Puede que así por fin acepte el dinero del atraco, si no por ella, por nuestro hijo. El pobre no tiene culpa de nada.
12 Minutos. Si se decide a venir no tendrá tiempo suficiente para huir, no podré decirle todo lo que siento.
¡Mierda! Se me está durmiendo la mano, no voy a aguantar mucho tiempo así. ¡Vamos, imbécil, que aún quedan 6 minutos! Debería desistir y reventar de una vez, pero no puedo renunciar a estos 4 minutos que me quedan para verla. Aunque me pegara, aunque me escupiera en la cara y me llamara idiota. Es lo que merezco, soy un mal marido y un mal padre, soy un pésimo criminal. Nunca supe llevar una vida honrada, nunca supe manipular explosivos.
50 Segundos. Ya no vale la pena que venga. Mejor así, que viva su vida y sea feliz.

¿Lucía? ¿Qué haces? ¿Por qué me miras así? Por favor, no digas nada.
¿Pero qué haces? ¡No, no vengas! ¡Vete! ¡No, no me abraces!
¡Joder, que se me escapa el cable!

sábado, 3 de mayo de 2014

El día de la madre

 
Dibujo de Universo Pamp.

Dolores se levantó esa mañana temprano, ignorando los achaques, y limpió la casa de cabo a rabo, hasta dejarla como una patena. Podía reflejarse en los azulejos del baño, pero no quería verse vieja y arrugada, todavía no. Se puso lo primero que encontró y bajó al mercado. Compró lo justo para preparar una mala comida y una gran cena, discreta pero buena, para cuatro invitados. Pasó por la pastelería de Gallardo y cogió una tarta de albaricoques, la que tanto gustaba a Rufino.
De vuelta en casa, descansó un rato su dolorida espalda y se puso a cocinar. Preparó un caldo para comer y unas truchas encebolladas para la cena. Les añadió patatas al estilo campero, como le gustaban a Teófilo. Sabía que de ahí a la noche se quedarían frías, pero tampoco importaba mucho.
Se echó una siestecilla viendo la telenovela, y después se dio un buen baño caliente, nada de duchas frías, le puso sales aromáticas de la Toja. Estuvo un buen rato en el agua, a riesgo de arrugarse más, disfrutando el momento de paz antes de la fiesta.
Dejó los vestidos negros en el armario y se planchó la falda azul marino. La combinó con su camisa estampada. Se maquilló la cara para estar guapa, pero no se puso sombra de ojos en deferencia a su madre, ella siempre pensó que eso era de fulanas. Sus pulmones hicieron un esfuerzo especial por soportar la cantidad de laca necesaria que echarse para que su pelo quedara curioso.
Cuando sacó el mantel de los domingos y la cubertería buena, los gatos salieron de la casa, porque sabían qué día era.
Colocó la mesa en mitad del salón, con sus cinco sillas, sus cinco cubiertos y sus cinco platos de trucha con patatas. En las cinco copas sirvió vino tinto del bueno, de Valdepeñas, que trajo de la bodega de Damián. Sabía que Hipólito no podía tomar alcohol, pero qué porras, un día era un día.
Colocó las fotos de sus cuatro hijos, cada una en su sitio, y la tarta de albaricoques en el centro de la mesa, adornada con cuatro velas. Se sentó y esperó con la copa en la mano.
Cuando se apagó la primera vela, sabía que era Rufi, él siempre era el primero en llegar a ver si su madre necesitaba algo. Tras su hermano, Poli no tardó en aparecer, el pobre siempre necesitando la ayuda de mamá. Inmediatamente, la tercera vela se apagó cuando Teo acudió al olor de las patatas camperas. La cuarta vela tardó un rato en apagarse, pero la forma violenta en que lo hizo anunciaba claramente la llegada de Juanra. Su madre no se lo tuvo en cuenta, hacía tiempo que le perdonó todo aquello.
Pletórica de felicidad, alzó la copa y se dijo a sí misma:

–¡Feliz día, mamá!