sábado, 17 de diciembre de 2016

Ad infinitum

                                                      Dibujo de Universo Pamp.


La nave tronó estrepitosamente cuando paró ante las Puertas de Tannhäusen. Lo había conseguido. El proyecto del doctor D.S. Huxley había sido un éxito, y su vehículo experimental de propulsión gravitacional de iones me había llevado a la otra punta de la galaxia.

Tenía los sentidos abotargados por el largo viaje. Mis ojos se recrearon con el paisaje estelar, nunca visto por otro hombre, que había ante mí. Mis piernas temblaban de la emoción. Entonces mi alma se estremeció al ver una enorme luz cegadora que se acercaba inexorablemente.

La nave crujía, mientras la luz se colaba por todos los rincones, invadiendo mi espacio vital. Los mandos ya no respondían. Empecé a escuchar unas voces, por todas partes, cada vez más fuerte. Por más que me esforzara, no entendía lo que decían. Sentí que mi cabeza iba a explotar.

Mis manos se aferraron al dibujo que el pequeño Tommy me dio antes de partir. Aquella hoja de papel con un astronauta sentado en la Luna, en la que ponía “Papá, vuelve a casa”, que mis temblorosas manos estaban arrugando. La estructura de la nave se venía abajo, y la de mi propio ADN.

Mi cuerpo estaba ardiendo. Parecía flotar en la nada, en el todo, en la intensa luz que me abrasaba. Por un momento creí oír “No te preocupes”. Mi cerebro se llenó de mensajes, de ideas y de imágenes. El Big Bang, el universo, la vida, la muerte, el infinito… Todo cobraba sentido en mí, pero yo no podía dejar de pensar en Tommy y en Lucy, temiendo que mi memoria humana se esfumara.

Cada vez dolía más. Recordé cuando ella amamantaba al bebé, sentada en la butaca, ajena al mundo, tarareando una canción, y sintiendo cómo olvidaba sus nombres. Mientras se me estaban dando todas las respuestas del cosmos, desesperado, grité:

–¡No! ¡Quiero volver a casa! ¡Quiero volver con mi hijo! ¡Quiero volver con mi exmujer! ¡Quiero volverlo a intentar!

Pero fue inútil. He evolucionado. Ahora soy, somos, otro ser, otra entidad, y la verdad y el fin de toda esta transformación será revelada a la humanidad cuando sea pertinente.

Esta es la última transmisión del que fue el comandante Simon Isaaks, único tripulante de la nave interestelar Sisyphus.

Solo lamento que el mensaje tardará más de mil años en llegar a la Tierra.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Peposo

                                                   Dibujo de Universo Pamp.

Hurgando en el trastero, colocando los cajones, me encontré mis viejos juguetes. El Tragabolas, Operación, la maquinita de Don Key Kong. Había piezas de Lego y Exin-castillo, y algún Playmobil mordisqueado. El alma se me estremeció cuando vi a Peposo, mi antiguo compañero de la infancia. Estaba ahí, tirado, triste y ajado. Le faltaba la nariz, se la habían arrancado de un mordisco. Me entristecí. Me pregunté quién podría haberle hecho algo así.

Fui yo, lo supe en cuanto recordé aquel día, aquel terrible día. Pero por más que lo intentaba, no conseguía acordarme de qué fue lo que me dijo ese pobre osito de peluche, para que me enfadara tanto.

Lo que no puedo olvidar es lo furiosa que se puso mi madre.

–¡Este año te vas a quedar si juguetes, hasta que aprendas a cuidarlos como es debido!

miércoles, 19 de octubre de 2016

La fiesta del demonio de la cebada

                                                   Dibujo de Universo Pamp.

Los adoradores del demonio de la cebada nos reunimos alrededor del barril. Bebemos, cantamos, reímos y le invocamos.

Sucellus, Dagda, Ninkasi, Ometochtli y Byggvir, brindan con sus jarras llenas. Nunca pensé que tanta deidad pudiera venir a un acto tan profano. Ceres se lo ha permitido. Este año la cosecha ha sido buena.

Cerridwen nos inspira poesía. Caliope, Clio, Talía y Polimnia se han puesto a bailar. Y Hermes ha cogido su guitarra.

El feligrés de la voz rota ha empezado a recitar. Nos propone maneras de exorcizar demonios. El del estrés, el de la tristeza, el de la locura…

–¿Y qué pasa con el de la cebada?

El guasón de Loki no se podía perder esta fiesta.

–¡No le hagáis caso, que está borracho! –exclama el dueño del local.

Tiene razón. ¿Qué pueden entender unos dioses, de placeres mundanos?

Le reímos la broma y alzamos nuestras jarras, para continuar con el aquelarre.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Pepi y Manoli se van de excursión

                                                  Dibujo de Universo Pamp.

Pepi y Manoli se van de excursión. Se cogen el tren que las lleva a León.

–¿A León? ¿Pues no nos íbamos a Alicante?

–Bah, Alicante, eso esta ya muy visto. ¿Pero cuantas veces has estado en Leon?

–¿Yo? Ninguna ¿Y tú?

–Pues eso, más tendremos que ver.

–¿El qué? ¿La catedral?

–La catedral y todo lo demás.

–¿El qué?

–Pues eso.

–¿Acaso sabes qué tren tenemos que coger?

–Éste, o el otro, da igual.

La una va con muletas, y la otra cargada con la maleta.

–¡Vamos, mujer, qué no llegamos!

–¿Es que no ves que estoy coja?

–¡Oye, que yo voy cargada y todavía no me he quejado!

–Señora, ¿quiere que la ayude?

–¡Uy, quita, quita, que seguro que es un ladrón!

–¡Uy, quita, quita!

–Señora, que solo quería ayudar.

–¡Quita, quita!

–¡Buena la has hecho! ¿Y ahora cómo subimos el escalón del tren?

–¿Y cómo voy a subir yo, la maleta?

–Mujer, tira hacia arriba, que tiene ruedas.

–¡Ay, que no puedo! ¡Ayúdame! ¡Coge tú de ahí abajo!

–¿Y qué hago? ¿Suelto las muletas?

–Señora, deje que la ayude. ¿Por qué no nos han avisado antes? ¿Es que no saben que en RENFE tenemos un servicio de ayuda a mayores y discapacitados?

–¡Yo qué voy a saber!

–¡Lo ves, ya te lo dije!

–¡Tú qué me vas a decir!

–Señoras, por favor, siéntense ya, que va a arrancar el tren.

–Es que la maleta…

–No se preocupen, que yo les guardo la maleta.

–¡Ay, qué mareo, que arranca el tren!

–Mujer, si aún no ha arrancado.

–¡Ay, qué mareo! ¡Saca las pastillas!

–Pues estamos apañadas, están en la maleta.

–¡Saca las pastillas, saca las pastillas!

–Que no puedo, que la chica la ha guardado arriba, en el maletero.

–¡Saca las pastillas, saca las pastillas!

–Esta bien, voy a intentar alcanzar la maleta. Sujétame las muletas.

–¡Saca las pastillas!

–¡Pero, sujétame, que me caigo!

–¿Te sujeto a ti o a las muletas?

–¡Deja las muletas y sujétame a mí, que me mareo!

–¡Ah, no, que la que se marea soy yo!

–¡Ay, qué mareo! ¡Bájame que me mareo!

–¡Baja tú las pastillas, que me mareo!

–¡Pero señoras! ¿Se puede saber qué están haciendo? Déjenme a mí, déjenme a mí, que yo se lo bajo. A ver, ¿son estas sus pastillas?

–No, esas son las de la tensión.

–No, esas son las del colesterol.

–No, las del colesterol son las rojas, las de la tensión son las amarillas.

–Ah, vale, entonces las de aquí son las del oído.

–Vale, ¿y las del mareo cuáles son?

–Nada, hija, no te preocupes, que ya las encontramos nosotras.

–Sí, mejor así. Si ya estamos llegando. ¡Bendita sea la Alta Velocidad Española!

–¡Si ya hemos llegado!

–¿Y ahora cómo bajamos?

–Tira, coge la maleta y yo las muletas.

–¡Si no vamos a poder!

–Señoras, ¿quieren esperar las últimas, que ahora las ayudo yo, a bajar?

–Vale, vale… Ay que ver cómo se pone la chica por nada.

–¿Y ahora qué? ¿Cogemos un taxi?

–¿Lo vas a pagar tú?

–Sí, hija, sí.

–Taxista, al hotel Mariver.

–Al hotel Marimar.

–Al hotel Miramar.

–¿Se refieren al hotel León?

–¡Sí, a ese!

–Haber empezado por ahí, mujer. No necesitan un taxi, lo tienen allí mismo.

–¡Hombre! Pues muchas gracias.

–¡Lo ves! Por acordarme del nombre del hotel, nos hemos ahorrado un taxi.

–Ya. Ahora habrá que ver qué habitación nos dan cuando lleguemos.

–Agarra la maleta y tira.

–¡No se preocupen, señoras, les tenemos reservadas una habitación especial!

–¡Madre mía, qué grande es!

–Es para su mejor movilidad.

–¿Nos está llamando inútiles?

–¿Por qué tiene tantas camas?

–Es por el tamaño.

–¿Nos está llamando gordas?

–No, mujer, me refiero que es especial para gente mayor.

–Lo que yo te diga, nos está llamando viejas.

–No, por Dios, nada más lejos de mi intención. Si lo prefieren, les cambio a esta otra habitación que acaban de dejar libre…

–Hombre, esto es otra cosa.

–A dónde va a parar.

–Anda, dale una propina al hombre.

–Si el dinero lo tienes tú.

–Pero ahora no puedo sacar el bolso de la maleta.

–¿Y cómo quieres que bajemos a la cafetería, a cenar?

–Por mí no se molesten, señoras, que yo les dejo que descansen tranquilas.

–Anda que…

–¿Y ahora qué?

–¿Juntamos las camas, como cuando éramos pequeñas?

–¿Te acuerdas de las broncas que nos echaba mamá, por tu culpa?

–¿Te acuerdas de las que nos echaba papá, por la tuya?

–¿Nos vamos a pasar todo el fin de semana discutiendo?

–Anda, tonta, ¿con quién te lo vas a pasar mejor que con tu hermana?

–Ea, ya me ha ya me ha llamado tonta.

lunes, 22 de agosto de 2016

Padezca en paz

                                                        Dibujo de Universo Pamp.


–¡Oiga usted! ¿A dónde va con ese bisturí?

–¡Pero bueno! ¿Usted no estaba muerto?

–Ay, hijo, a mi edad uno ya no sabe.

–¿Pero cómo que no sabe? O se está muerto o no. Si no ya me dirá usted qué hace tumbado en la mesa de autopsias.

–Ah, bueno, ha sido la chica de la entrada, que me ha dicho que no tenía pulso, y me ha mandado aquí.

–¿Cómo no va a tener pulso, alma de Dios? A ver, déjeme ver.

–¡Caramba, pues no lo tiene! ¡Usted está muerto!

–Pues ya se lo he dicho yo.

–Vamos a ver, ¿usted siente nauseas? ¿Mareos? ¿Dolores cervicales?

–Uy, qué va, si a mi edad ya ni siento ni padezco.

–Esto no puede ser. ¿Cómo no va a sentir nada?

–Hombre, siento dejar este mundo así, de esta manera tan tonta, de consulta en consulta.

–¿Le han visto muchos médicos?

–Pues mire usted, ni el oncólogo, ni el cardiólogo, ni el podólogo, ni el dentista, han sabido decir qué tengo.

–No se preocupe, buen hombre, que yo le practico una autopsia y enseguida averiguo su mal. Esto nunca falla.

–A ver si es verdad.

–Lo único es que necesito su consentimiento, o el de un familiar que esté vivo. Recuerde que antes no me ha dejado intervenir.

–Si no es eso, lo que le decía es que tiene que sacarme la sangre y los fluidos, antes de abrirme en canal.

–Caramba, qué despiste. Tiene usted razón.

–Pues claro.

–Oiga, esta no es la primera autopsia que le hacen. ¿Verdad?

–Uy, qué va. Si ya llevo años así.

–¿Y no han sabido decirle qué tiene?

–Qué va, qué va.

–Bueno, no se preocupe. A ver si esta vez lo conseguimos. El problema es que debido a los recortes presupuestarios, no voy a poder anestesiarle. Como en este ala del hospital no lo solemos necesitar.

–Ya, claro, entiendo. ¿Qué se le va a hacer? ¿Me va a doler?

–Me temo que sí. Quizá un poquito.

–Vaya por Dios.

–Nada, nada, buen hombre. No se preocupe, muérase tranquilo y déjeme operar.

domingo, 14 de agosto de 2016

El día que nací yo

                                                           Dibujo de Universo Pamp.


El día que nací yo, cerraron los comercios. Sucedió un 15 de agosto, en la recién nacida Democracia Española, en pleno barrio de las Vistillas, durante los festejos de la Virgen de la Paloma.

Mi padre había ascendido en la empresa y se sentía orgulloso de que su tercer hijo pudiera nacer en una clínica privada que llevaban unas monjitas. Unas monjitas bastante recatadas que le echaban en cara a mi pobre madre, que estaba poniendo perdida la camilla.

–¡Es qué no veis que estoy pariendo! –gritaba furiosa.

A punto estuvieron de llamar al padre Laureano para que le practicara un exorcismo. Mi abuela, devota cristiana, intentaba apaciguarlas, pero mi madre no paraba de gritar. El doctor Pellizer sugirió aplicar la epidural.

–Vade retro, Satanás –murmuraban las monjitas.

Con el sonido de mis primeros berridos se frustró el tercer intento de mamá, por tener una niña.

–No, hija, no, si este venía para ser chico –aseveró mi abuela.

Allí estaba yo, afirmando mi condición varonil con ese llanto grave y potente.

–Vade retro, Satanás. Vade retro, Satanás.

En la calle, Fernando Esteso cantaba a grito pelao “la Ramona pechugona”, arreando al bombo como si la selección española hubiera ganado el mundial de fútbol.

Mis alaridos eran tan estridentes que a mi madre le daba miedo acercarse a darme el pecho.

–¡Ala! –exclamaba la abuela– ¡Menudo gañanuco!

–Vade retro, Satanás.

Las monjitas se decidieron a llamar al padre Laureano.

–La Ramona es la más gorda de las mozas de mi pueblo… –cantaba el Esteso.

Las hermanas se santiguaban mientras yo lloraba. Y mamá le gritaba a papá.

–¡Por lo que más quieras, Luis, hazle callar!

–Los brazos de la Ramona son más anchos que mi cuerpo…

–No, hija, no, no te molestes, si tu marido se ha ido al trabajo –intervino la abuela.

–¡Pero bueno, mamá! ¿Es que este hombre no se puede quedar ni al nacimiento de su hijo?

–La Ramona se ha fugado con el hijo del cartero…

–¡Vade retro, Satanás!

El padre Laureano imploraba, arrojando agua bendita, pero ni yo dejaba de berrear, ni el Esteso de cantar.

Fue mi abuela, con su santa paciencia, la que me durmió entre sus brazos, “eaeaea”, después de sacar de ahí al cura, entre salmos, disculpas y empujones.

Y así pues pasó mi festivo nacimiento, entre gritos y llantos, entre “Ramona, te quiero” y “Fernando, te odio”.

Pasé mucho tiempo creyendo que los comercios los cerraban porque era mi cumpleaños, hasta que descubrí que antes de nacer yo, ya era fiesta nacional.

sábado, 6 de agosto de 2016

Kokura

                                                    Dibujo de Universo Pamp.


El cielo de Kokura amaneció cubierto de nubes. El señor Kazuya se levantó enfadado. A su edad ya solo le entretenía ver los cerezos bañados por el sol, pero ahora todo estaba oscuro. Hacía tiempo que su mujer murió, y sus hijos se habían ido a la guerra. El anciano gruñía y maldecía sin parar. Miraba al cielo, en busca de algún rayo de luz, con la esperanza de que llegara la paz, y Taro y Akeno volviesen a su hogar.

Aquella mañana, un piloto norteamericano informaba por radio, que la nubosidad le impedía avistar el objetivo. El alto mando le ordenó que pasara al plan B, y lanzara la bomba en Nagasaky.

sábado, 16 de julio de 2016

Inmolación

                                                      Dibujo de Universo Pamp.


–Perdone, señor, se ha dejado su bomba olvidada junto al mostrador de los vuelos nacionales.

–¡Pero, niño! ¿Qué educación es esa? ¿Es que no te han enseñado a no coger lo que no es tuyo?

–Perdone, señor, pero si deja la bomba ahí, podría venir cualquier terrorista desalmado y hacerla explotar.

–¿Y a ti quién te ha dicho que es una bomba?

–Hombre, porque hace “tic-tac”.

–Podría ser un reloj.

–No señor, porque he abierto la maleta y lo he visto. Tiene explosivo plástico y un detonador que marca cinco minutos.

–¿Pero cómo se te ocurre abrir la maleta? ¡Podría haber explotado!

–¿Lo ve como es una bomba?

–No grites, que nos van a oír.

–Se lo dije, es una bomba, es una bomba…

–Mira, chaval, no me gustan los listillos.

–¿Es usted un terrorista? Porque no lo parece.

–Pero, bueno, ¿y cómo se supone que es un terrorista?

–Pues, no sé, usted no es moro…

–¡Musulmán, niño, se dice musulmán!

–Bueno, pues eso…, usted no lleva chilaba, ni barba, ni un fusil kalashnikov…

–¿Pero quién te ha enseñado esas tonterías?

–Lo he visto en la tele, llevan barba y chilaba, disparan al aire, y dicen que hacen la guerra santa.

–Bah, la tele. La tele solo dice estupideces. Tú no sabes cómo es la cosa en verdad.

–Mi padre dice que son idiotas, que les cuentan milongas y les utilizan, que son unos cobardes y no tienen hue…, que no tienen valor para dar la cara.

–¡Tu padre es tonto! ¡No sabe lo que dice! ¿Dónde está tu padre?

–No lo sé. Me he perdido.

–Vaya por Dios… Lo siento… ¡Bueno, que las cosas no son como te las han contado!

–Ya, ya lo sé. Sé que lo hacen porque los marines bombardean su país, destruyen sus escuelas, y les roban el petroleo.

–Bueno, tampoco es así…

–¿Entonces es usted un terrorista mor…, musulmán?

–Y dale, pero que pesadito estás.

–¿Es usted árabe? ¿De Egipto, de Irán, de Afganistán?

–¿Pero qué dices?

–¿Tuvo una infancia difícil? ¿Bombardearon su escuela?

–Mira, chico, eso a ti no te importa. ¿Por qué no coges la maleta y la pones donde estaba?

–¿Está loco? ¿No ve que moriría mucha gente? Lo que hay que hacer es dársela a algún policía. ¡Mire, ahí viene uno! ¡Policía, policía!

–¿Pero qué haces? ¡Baja la mano! ¡Cállate!

–Habrá que llamar a los artificieros.

–Anda, chico, déjalo. Dame la maleta y vete a buscar a tus padres.

–Pero habrá que desconectar la bomba primero, que solo quedaran unos minutos. ¡Policía, policía!

–¿Pero quieres callarte y dejar que cumpla con mi misión?

–Entonces es verdad, usted es un terrorista asesino.

–No me mires así, chaval, no eres quién para juzgarme. No sabes cómo son las cosas.

–Sé que es usted un terrorista asesino, que tiene una bomba, que nos quiere matar a todos, y que intentaba huir.

–Mira, hijo, ya no hay tiempo para discusiones, dame la maleta, busca a tus padres y salir corriendo de aquí.

–Es usted malo.

–Yo te ayudaría a buscarlos, pero esto va a explotar.

–Es usted malo.

–¿Hay algún problema?

–¡Policía, policía, este señor es malo!

–No, agente, no, no hay ningún problema. Este niño, que se ha perdido, y ha encontrado mi maleta.

–Niño, ¿te está molestando este señor?

–No, este señor no me está molestando. Este señor es malo, y no me quiere ayudar a buscar a mis padres. ¡Tome, señor, aquí tiene su bomba!

–¿Bomba? ¿Ha dicho bomba?

–No, no, agente, no, baje el arma, esto no es lo que parece.

–¡Mire, ahí están mis padres! ¡Papá, mamá, corred, que este señor tiene una bomba!

–¡Corre, chico, corre!


–¡Una bomba! ¡Una bomba!

–¡Fuego! ¡Fuego!

–¡Peligro! ¡Peligro!

–¡Socorro!

–¡Todo el mundo fuera!

–¡Arrrggghhh!


–¡Arriba las manos! ¡No se mueva!

–Tranquilo, agente, no dispare.

–Suba las manos.

–¿Para qué, si esto va a explotar? Ande, no sea tonto, guarde el arma y márchese con los demás.

–Está bien, me voy, pero usted no se mueva de aquí.

–¿Y a dónde quiere que vaya, si solo quedan unos segundos? ¡Corra, hombre, corra!


–Me cago en to, qué forma más tonta de morir, aquí solo, con mi propia bomba. ¡Me cago en la madre que parió al niño!

miércoles, 13 de julio de 2016

El pollito dijo pi

                                                   Dibujo de Universo Pamp.


El pollito dijo pi, y el gallinero se revolucionó.

Las gallinas cacareaban sin parar.

–¿Qué? ¿Qué ha dicho? –preguntaban unas.

–¡Ha dicho pi! –contestaban otras.

–¿Pi?

–¡Sí, sí, pi!

–Pero, ¿por qué pi y no pío?

–No, no, ha dicho pi.

–Mujer, cuando dice pi se refiere al número matemático –intervino el gallo Morrón.

–¿Pi? –preguntó la gallina Adelina.

–Sí, pi, ya sabes, 3'14.

–¿3'14 qué?

–3'14 con 15 –repuso el gallo Mocito.

–Sí, bueno, 3'1415926535… y sabe Dios cuantos números más –contestó el viejo Morrón.

–¿Pero cuantos más? –preguntaba Adelina desesperada.

–A saber, porque es un número infinito.

–Infinito e interminable –añadió el gallo Mocito.


El pollito dijo pi, y la gallina Adelina se encrespó.

–Pero, ¿por qué pi?

–Mujer, se refiere al diámetro de la circunferencia.

–¿Al diámetro o a la longitud? –repuso Mocito.

–Diámetro, radio, circunferencia… ¡Si mis huevos son ovalados!

–Ovalados u ovoides –Añadió Mocito.

–¡Bueno, ya vale de corregirme! ¿Acaso importa que los huevos sean ovalados o redondos?

–Ya, pero ahora no sé si tengo que calcular el diámetro de los huevos o poner 3'14.

–Podrías aplicar el teorema de Tales –dijo Mocito.

–Sí, y de paso le haces una regla de tres –refunfuñó el gallo Morrón.

–¿Pero como voy a poner 3'14 huevos?

–3'14 con 15, recuerda que es un número infinito –remató el joven gallo.

El gallinero parecía un manicomio. “Co, co” por aquí, “co,co” por allá. El gallo Mocito farfullaba teoremas matemáticos y el gallo Morrón gruñía sin parar.


El pollito dijo pi, y las gallinas no dejaban de hablar.

–¿Pero por qué pi y no beta?

–O alfa u omega.

–¿Y por qué no ípsilon? –se burló Mocito.

–¡Y por qué no iota! –remató el viejo Morrón.


El pollito dijo pi, y viendo que nadie le escuchaba, se agachó en un rincón e hizo pis. Todos miraban asombrados. Mocito, Adelina y el viejo Morrón. Entonces, con cara de alivio, el pollito dijo pi.

jueves, 23 de junio de 2016

¡Sinvergüenzas!

                                                   Dibujo de Universo Pamp.


–¡Oiga! ¿Qué hace?

–Señora, iba a hacerme una foto con su hijo.

–¡Ay, quite, quite! ¡Suelte a mi niño!

–Pero, señora, ¿no sabe quién soy?

–¡Sí, usted es el que sale en televisión!

–Señora, yo soy el candidato a la presidencia del gobierno.

–¡Un sinvergüenza es lo que es!

–No me pegue con el bolso, mujer, que no le voy a hacer nada al chiquillo.

–Pues mire, para empezar, ha dejado a su padre sin trabajo. ¡Suelte al niño!

–Pero deje de pegarme, que yo no he sido, que ha sido el otro…

–Usted, el otro… ¿Qué importa? ¡Si sois todos unos sinvergüenzas! ¿Quiere soltar a mi hijo?

–Señora, pare ya. Que yo no tengo la culpa de que el país vaya tan mal.

–¡A mí no me llame señora! ¡Sinvergüenza! ¿Es que cree que soy una tía loca a la que pueda engañar?

–No diga eso, mujer, que yo pienso hacerlo bien. ¿No irá usted a votar al otro?

–¡No, que es otro sinvergüenza como usted! ¡Que ha hundido el país! ¡Y suelte a mi niño, de una vez! ¡Y usted, aparte esa cámara!

–¡Señora, no toque la cámara! ¡Que estoy trabajando!

–¡Policía, policía! ¡Qué me roban a mi hijo!

–¡Pero deje de pegarme!

–¿Qué pasa aquí?

–Tranquilo, agente, sólo iba a sacarme una foto con el crío.

–¡Deténgales, deténgales, que quieren secuestrar a mi hijo!

–¿Es eso cierto?

–¿Es que no sabe quién soy?

–¡Un sinvergüenza es lo que es! ¡Y un secuestrador!

–¡Ala, venga, se acabó! Devuélvale el niño a su madre, que se va a venir detenido a comisaría.

–¡Pero, oiga!

–Y usted también. ¡Apague esa cámara!

–¿Y yo por qué? ¡Sólo estoy haciendo mi trabajo!

–¡Cierre la boca! ¿Le gusta hacer fotos a los niños? ¡Póngase las esposas, maldito pervertido!

–¡Esto no es justo! ¡No es justo!

–¡Por favor, vótenme el domingo! ¡No se dejen influenciar por esto!


–Ea, ea, mi niño, vente con mamá… Ea, ea, cálmate…

–Ea, ya me le han hecho llorar…

–¡Sinvergüenzas! ¡Qué sois unos sinvergüenzas!

jueves, 16 de junio de 2016

Las bragas de Raquel

                                                     Dibujo de Universo Pamp.


En aquellos tiempos, todos hablaban de Raquel. De lo guapa que era, de lo buena que estaba, de las cosas que hacía… Nosotros no lo entendíamos, pero tampoco queríamos ser menos.

Todavía recuerdo la tarde en que el bocazas de Rafita apareció, con los ojos fuera de sus órbitas, diciendo que le había visto las bragas. Ya ves tú, unas bragas. Como si yo no estuviera harto de ver las de mi hermana, en el cesto de la ropa.

–¡Tú eres idiota! ¿Cómo va ser lo mismo verlas tiradas, que vérselas puestas?

Nos enzarzamos en una discusión. Nos llamamos ingenuos, ignorantes, inmaduros, y no sé cuantas tonterías más. Carmelo preguntó de qué color eran.

–¡Rosas, tío, son rosas!

Entonces llegó Aitor, el Brasas, encendiéndose un cigarrillo.

–¿El qué son rosas? ¿El color de tus pelotas?

Él siempre se estaba burlando de nosotros.

–¡No, tío, no! ¡Las bragas de Raquel! –dijo Carmelo.

–Pero qué vais a saber vosotros, si sois unos mocosos.

–¡Pues que sepas que éste le ha visto las bragas!

–Ya ves tú, las bragas –contestó, echándonos el humo del cigarro–, esas se las hemos visto todo el barrio. Pero a ver quién es el guapo que se las quita.

Los chicos se enfadaron, y empezaron a gritarle. Él les llamó niñatos. Ellos le llamaron gilipó. Yo recordé lo que el abuelo me había dicho un montón de veces.


–Si verdaderamente quieres algo, tienes que pedirlo con educación.

Entonces empezaron a reírse.

–Pues ala, valiente, pídeselas por favor.

–Eso, eso, valiente.

Me sentí traicionado. Hasta mis amigos se reían de mí. A Rafita se le estaban empañando las gafas, de la risa. Apreté los dientes, para no llorar, y me fui a buscar a Raquel.

–¡Valiente, valiente! –se burlaban.

La encontré en el parque, sentada en un banco, mirando yo qué sé en el cielo, con las manos entrelazadas. Estaba guapísima. Cuando me acerqué, me miró con dulzura.

–Hola, guapo. ¿Qué quieres?

Yo me puse colorado, al ver como sonreía.

–¿Qué puedo hacer por ti? –insistió.

Cuando se lo dije, me arreó un bofetón. Me llamó marrano, me dijo que era un canijo sinvergüenza.

Las risas sonaban tras los arbustos. El humo de un cigarrillo delataba la presencia del Brasas.

–¡Marrano! ¡Sinvergüenza!

Los que gritaban eran mis amigos.

Raquel se dio cuenta, en seguida, de lo que pasaba, pero hizo como si no les oyera, y me volvió a sonreír.

–Oye, si quieres mis bragas, tendrás que ofrecerme algo a cambio –dijo–. Entrégame tus calzoncillos.

–¿Qué? ¿Aquí? ¿Ahora?

Yo estaba muerto de vergüenza.

–¡Vamos, marranete, dáselos! –se seguían burlando.

Ella seguía mirándome.

–No tengo todo el día.

La cremallera se me atascó, tardé en desabrochar el cinturón, y el botón salió disparado. Las carcajadas eran cada vez más fuertes. Los pantalones no salían, y me tuve que quitar los zapatos, de mala manera, quedándose un calcetín metido en uno de ellos. Cuando me quité los calzoncillos, oí a más de uno llamarme pichulín. Entonces Raquel, en un abrir y cerrar de ojos, se quitó las bragas, sin tener que subirse la falda, ni quitarse los zapatos. En efecto, eran rosas.

Las risas y las burlas pararon.

Ella, besándome en la mejilla, me dijo:

–Toma, machote, te las has ganado.

Cogió mis calzones y se fue tarareando una canción de Radio Futura.

Todo estaba en silencio. Yo me quedé ahí, pasmado, sin saber que decir, hasta que Aitor, el Brasas, salió de detrás del matorral, aplaudiendo.

–Bravo, valiente. Eres un machote.

–¡Bravo, bravo! –coreaban los otros– ¡Machote, machote!

Rápidamente, me puse los pantalones y me até los cordones de los zapatos, como buenamente pude, y me fui corriendo a casa, agitando con orgullo la rosada bandera de mi triunfo.

Mi madre me soltó un tortazo, y me llamó pervertido. Me castigó una semana sin salir. Fueron siete días en los que no se dejó de contar mi hazaña, por todo el barrio.

domingo, 15 de mayo de 2016

Je'jee

                                                     Dibujo de Universo Pamp.


Con tan solo doce años, Je'jee sentía que había perdido su infancia. Ya no recordaba a sus padres, solo el día en que los soldados llegaron a la aldea y se llevaron a todos los niños. Desde el momento en que le pusieron un arma en las manos, todo fue disparar y disparar. Disparar en el nombre del rey, disparar en el nombre del presidente, por la república democrática, o por el honor del batallón. El batallón era todo lo que tenía, Mvondo, Youssouf, Kimbu, y los demás niños; y el sargento Chumbo, con ese mal genio que tenía, siempre ordenando disparar. Hasta que aparecieron los soldados blancos, y dijeron que la guerra había acabado, que volvieran a sus casas. Pero Je'jee ya no tenía casa, así que se subió al monte, a correr libre y salvaje.

Allí se sentía bien, solos la naturaleza, las bestias y él. ¿Sería eso lo que llamaban felicidad?

Un día, Je'jee escuchó reír a alguien, detrás de los árboles. Aquello le llamó la atención y fue a mirar. Se trataba de unas hienas que estaban comiendo. Le hicieron tanta gracia que se fue con ellas. Así pasó un tiempo, correteando y comiendo carroña, sin saber por qué se reían, hasta que se encontró con un anciano que les miraba atentamente.

–¿Qué haces, muchacho, con esas carroñeras? –le preguntó.

El niño, sin saber qué decir, le ofreció un poco de comida, sonriendo con timidez.

–Anda, chico, deja eso y vente conmigo al poblado, donde podrás vivir como es debido.

Mientras subían la montaña, Je'jee, nervioso, no paraba de preguntar.

–¿Eres el chamán de la tribu?

–No, Je'jee, yo soy el abuelo de la tribu. El abuelo Yo'seh.

–¿Qué es ese palo que llevas?

–Es mi báculo.

–¿Es mágico? ¿Es para hacer conjuros?

–No, Je'jee, es para no caerme.

El niño se hizo en seguida amigo del abuelo, y le contó su historia. Le contó lo poco que recordaba, entre disparo y disparo. Le explicó que se fue con las hienas porque se había olvidado de cómo reír.

–¡Bah! ¿Qué sabrán esas bestias lo que es reír?

El abuelo empezó a contarle historias graciosas, una tras otra, como la de Mo'rrondo, que tenía una enorme cabeza, y cada vez que pasaba entre los árboles se quedaba atascado, haciendo que los pájaros le picotearan.

Je'jee se desternillaba de risa, y el anciano le decía:

–Pero no te rías, muchacho, que picoteo a picoteo, no solo le liberaban, sino que también le quitaban los piojos.

Y así, cuento tras cuento, carcajada tras carcajada, moraleja tras moraleja, llegaron al poblado. Todos les recibieron con alegría. Allí todo era felicidad, los hombres trabajaban cantando, las mujeres cocinaban bailando, y los niños estaban deseosos de ser amigos del nuevo. Estaba Dumisani, con una gran vitalidad, estaba Sandile, tan alegre y gracioso, y estaba Dianka, con sus brillantes ojos y esa preciosa voz que tenía al cantar. Jugaban al escondite, al pilla pilla, a las canicas y al fútbol, donde a veces se daban patadas y empujones, y en más de una ocasión, terminaban peleándose; pero al final, todo acababa en risas.

Allí todo era risas y canciones. Je'jee no pudo evitar acordarse de los niños de la tropa, siempre tristes, y del sargento Chumbo, siempre enfadado. Recordó sus gritos y sus golpes. Recordó los disparos y las explosiones. Comprendió entonces que esa pobre gente de ahí abajo, que solo sabía guerrear, nunca podría ser feliz, y sintió pena por ellos. Decidió que tenía que volver allí, para enseñarles a reír.

Cuando se lo contó al abuelo, este se disgustó. Se opuso de mil maneras, le dijo que no, que no, y que no.

–Tú no sabes cómo están las cosas ahí abajo, abuelo, tengo que ir –dijo el muchacho.

El anciano, emocionado, tuvo que ceder, y orgulloso, le dio su báculo, para que no se cayera.

–Recuerda, hijo mío –le dijo–, que allá a donde vayas, la risa siempre irá contigo. Al fin y al cabo, la llevas en el nombre.

Todos le despidieron con cánticos y palabras de ánimo. En el fondo, Je'jee sentía miedo, pero estaba decidido y no se iba a echar atrás. Contaba con los juegos que le habían enseñado, y con las divertidas historias del anciano. Se apoyó en el bastón y emprendió su camino.

Mientras bajaba el monte, podía oír las carcajadas del abuelo Yo'seh.

¡Jeje, jeje, jejeje, jejejeje!

sábado, 30 de abril de 2016

El jepe ese

                                                   Dibujo de Universo Pamp.

–Germán, hijo, gira a la derecha.

–No, mamá, que no es por ahí.

–¡Niño, no me discutas, que yo sé lo qué me digo!

–Que no, mamá, que llevo ocho años siguiendo esta ruta y sé muy bien por donde voy.

–Hazme caso, criatura, que si vas por la M-30 te vas a tragar todo el atasco.

–Que noo.

–Que sí, hombre, que me lo ha dicho el saturnito.

–Satélite, mamá, el satélite.

–Pues eso. ¿Para qué le pones al jepe ese la voz de tu difunta madre, si ni aún así me haces caso?

–GPS, mamá, se dice GPS.

–¿Pero quieres dejar de corregirme? ¡Qué pasa, que tu madre es tonta, que es una paleta, que no entiende de moderneces!

–Mamá, no empieces.

–No, si ya da igual, ya te has pasado la salida.

–Mamá, por favor, no te enfades.

–No, si no me enfado. Tranquilo, cien metros más adelante hay otro giro a la derecha.

–Pero, mamá, por ahí se va a Fuenlabrada.

–Pues mira, así te pasas a ver a tu tía Marga.

–¿Para qué voy a ir ahora, a casa de la tía?

–¡Ay, hijo, que hace mucho tiempo que no la ves! La pobre está muy sola, desde que me fui.

–Mamá, que llegaré tarde al trabajo.

–Pero qué descastado eres. ¡A la derecha, Germán, a la derecha!

–¡Qué sí, mamá, qué sí! ¡Ala, ya nos hemos perdido!

–Tranquilo, confía en el saturnete.

–Satélite, mamá, se dice satélite.

–¡Bueno, vale, pues cómo se diga eso! ¡Confía en tu madre, leñe!

–¿Pero dónde narices estamos? ¡Si esto es un jodido polígono industrial!

–¡Habla bien, niño, que me desconecto y te dejo aquí tirado!

–Perdona, mamá, no quería ponerme así contigo.

–Eso está mejor.

–Vale, por dónde vamos ahora.

–Mira, tira pa' lante, gira la segunda a la izquierda…

–Vaale.

–... Baja la calle… ¡Pero no vayas tan rápido, que atropellas a un chiquillo!

–¿Pero que porras hace ese niño? ¡Qué se me ha cruzado!

–Tranquilo, hijo, tranquilo. Que no ha pasado na.

–¡Tendría que estar en el colegio!

–Ya… ya… ya…

–Vale. ¿Y ahora qué?

–Rodea esa glorieta.

–Mamá, eso es una churrería.

–Bueno, da igual, rodéala.

–Vaale.

–Ahora gira la segunda a la derecha.

–¿Pero dónde estamos?

–¿Es que no lo ves?

–Nop.

–Pero mira que eres tonto. ¿No ves que es la parte trasera de tu oficina?

–¡Andá!

–Fíjate, llegamos media hora antes, y aquí tienes sitio de sobra para aparcar.

–Jo, mamá, qué grande eres.

–Ya te digo yo que te habría sobrado tiempo para visitar a tu tía.

–No empieces.

–Anda, gurriato, vete al trabajo. Y no te olvides que luego tienes que ir a por Jaimito.

–¡Ostras, que me había olvidado que esta semana me toca el niño! ¡Qué haría sin tí, mamá!

–Pues mira, si por mí hubiera sido, no te habrías casado con esa bruja.

–Entonces no tendrías ese nieto que tienes.

–Anda, zalamero, vete ya. Y pásate a ver la tía, cuando recojas al niño, que le vas a dar una alegría.

–¡Madre mía, menudo jepe ese tengo!

–¡GPS, hijo, se dice GPS!



Para mi madre, que amenaza con volver, el día que se vaya.