sábado, 17 de diciembre de 2016

Ad infinitum

                                                      Dibujo de Universo Pamp.


La nave tronó estrepitosamente cuando paró ante las Puertas de Tannhäusen. Lo había conseguido. El proyecto del doctor D.S. Huxley había sido un éxito, y su vehículo experimental de propulsión gravitacional de iones me había llevado a la otra punta de la galaxia.

Tenía los sentidos abotargados por el largo viaje. Mis ojos se recrearon con el paisaje estelar, nunca visto por otro hombre, que había ante mí. Mis piernas temblaban de la emoción. Entonces mi alma se estremeció al ver una enorme luz cegadora que se acercaba inexorablemente.

La nave crujía, mientras la luz se colaba por todos los rincones, invadiendo mi espacio vital. Los mandos ya no respondían. Empecé a escuchar unas voces, por todas partes, cada vez más fuerte. Por más que me esforzara, no entendía lo que decían. Sentí que mi cabeza iba a explotar.

Mis manos se aferraron al dibujo que el pequeño Tommy me dio antes de partir. Aquella hoja de papel con un astronauta sentado en la Luna, en la que ponía “Papá, vuelve a casa”, que mis temblorosas manos estaban arrugando. La estructura de la nave se venía abajo, y la de mi propio ADN.

Mi cuerpo estaba ardiendo. Parecía flotar en la nada, en el todo, en la intensa luz que me abrasaba. Por un momento creí oír “No te preocupes”. Mi cerebro se llenó de mensajes, de ideas y de imágenes. El Big Bang, el universo, la vida, la muerte, el infinito… Todo cobraba sentido en mí, pero yo no podía dejar de pensar en Tommy y en Lucy, temiendo que mi memoria humana se esfumara.

Cada vez dolía más. Recordé cuando ella amamantaba al bebé, sentada en la butaca, ajena al mundo, tarareando una canción, y sintiendo cómo olvidaba sus nombres. Mientras se me estaban dando todas las respuestas del cosmos, desesperado, grité:

–¡No! ¡Quiero volver a casa! ¡Quiero volver con mi hijo! ¡Quiero volver con mi exmujer! ¡Quiero volverlo a intentar!

Pero fue inútil. He evolucionado. Ahora soy, somos, otro ser, otra entidad, y la verdad y el fin de toda esta transformación será revelada a la humanidad cuando sea pertinente.

Esta es la última transmisión del que fue el comandante Simon Isaaks, único tripulante de la nave interestelar Sisyphus.

Solo lamento que el mensaje tardará más de mil años en llegar a la Tierra.