viernes, 11 de septiembre de 2009

Donde este una madre...

Dibujo de Pamp (como era de esperar)

Antes de nada yo quería aclarar que no soy una mujer especial, ni mucho menos, no soy mejor ni más guapa que cualquiera, lo que pasa es que con unas copas de más soy mas lanzada y accesible que una top model o actriz de Hollywood; y aquella noche llevaba más copas de más que de costumbre.
La cuestión era que estaba embrazada y no recordaba nada, tuvo que ser una borrachera memorable, no tenia ni idea de quien podía ser el padre.
Reconozco que llevaba un ritmo de vida poco saludable, tanto cachondeo, tanta mala vida, tanto sinvergüenza de moral distraída.
No dejo de recordar a mi madre diciéndome: - RosaMaria, hija mía, como sigas así vas a terminar muy mal.
Tampoco olvido como mi padre me echó de casa "por puta y borracha" y para no manchar el buen nombre de la familia.

Madre y soltera en la vida.
Fueron tiempos difíciles.

Dejé el alcohol, dejé las drogas, dejé a los hombres y a las mujeres, que también hubo alguna en mi historial. Dejé el tabaco y las pipas tijuana, dejé todo lo nocivo y me dediqué por completo al bienestar de mi hijo.
Busqué un trabajo limpiando oficinas y seguí todas las indicaciones del médico.
Estaba sola y nadie me ayudó.

El parto fue duro y doloroso, supongo que todos lo son pero este lo fue más, yo creí que me moría, pero todo fue bien y mi pequeño Damian nació sano y hermoso.
Tenia los ojos extraños y una marca en forma de tres seises, nada de que preocuparse, que sin embargo, originó una serie de rumores bastante molestos.
Mi niño era un cielo, él no tenia la culpa de que los demás niños del nido se pusieran a llorar como posesos, ni de que la comadrona se subiera por las paredes berreando en arameo.
Ya había tomado yo suficientes drogas en el pasado para saber que esa mujer iba colocada. Seguro que era inmigrante.
La cosa empeoró cuando encontraron a aquella monja ahorcada en la capilla, se había escrito pasajes de la biblia por todo el cuerpo. Todavía me pregunto como pudo escribirse el Levítico en el trasero.
Prácticamente nos echaron del hospital.

En el barrio la gente evitaba nuestra presencia y murmuraba a nuestras espaldas.
El frutero nos hacía descuento y a la casera le daba miedo cobrarnos los atrasos.
La voz corrió y empezó a venir gente a adorar al niño, eran todos muy raros, siempre vestidos de negro y cantando al revés. Pero a mi no me molestaban, me recordaban mis tiempos mozos en las discotecas siniestras , Damian estaba encantado con sus nuevos amigos, le cuidaban muy bien y encima le hacían ofrendas.
Tuve que echarles cuando empezaron a pintar pentagramas por la casa y a sacrificar cabras.
¡No me pasaba todo el día limpiando oficinas para llegar a casa y encontrarme este estropicio!
Las cosas se desmadraron y tuvimos que irnos del barrio cuando el párroco intentó matar a mi pequeño. ¡Que vergüenza, un sacerdote queriendo acabar con una criatura de dos!
Cuando se lo llevó la policía iba gritando algo del fin del mundo y del apocalipsis.
Fijo que iba borracho del vino de la misa.

Empezamos de nuevo en otro barrio donde no nos conocían, pero los problemas no tardaron en llegar. Los niños no querían jugar con Damian después de que uno se quedara ciego tras una discusión, ¡Como si mi hijo tuviera algo que ver! y el pobrecito jugaba solo. se traía a casa todos los animales que encontraba, me llenó el piso de dovermans, cuervos y serpientes; hasta que ya no pude mas y los eché a todos a escobazos. ¡Menuda pocilga!
En el colegio, se suicidaron dos profesores (en extrañas circunstancias), apareció un niño en el servicio, mas tieso que la mojama y el perro del conserje empezó a cantar heavy metal.
Todos culpaban al fruto de mi vientre, todos menos el profesor de educación para la ciudadanía, que se arrodillaba ante él y le besaba los pies. ¡Maldito pervertido!
El chico era muy aplicado en los estudios, pero se ve que le tenían manía.

Una vez mas nos cambiamos de ciudad.
La gente odiaba y temía a mi churumbel, ¡con lo bueno que era! porque pasaban cosas macabras a su alrededor y le culpaban a él.
Nos mudamos muchas veces. No iba a dejar que esa gente hiciera daño a mi hijo solo por ser diferente y no iba a permitir que dijeran esas cosas horrorosas de él.
Era lo más importante de mi vida y no quería que sufriera por nada.

Llegó la pubertad y Damian se estaba haciendo un hombre, cuando apareció Él, con su aspecto sombrio (media mas de dos metros), su extraña mirada y su actitud carismática. Dijo ser el padre de la criatura, hay que reconocer que se parecían mucho (sobre todo en los ojos), y me contó con pelos y señales como nos lo hicimos aquella noche. Yo iba a pedirle la prueba de paternidad, pero enseguida hizo buenas migas con el chico.
Afirmó llamarse Lucifer y, teniendo en cuenta esos dos cuernos que le salían de la cabeza, no me atreví a dudarlo.
Entonces terminaron nuestros problemas económicos, pero empezó mi pesadilla. Hasta el momento yo lo era todo para mi niño, pero ahora se pasaba el día con él, le contaba no se qué del fin del mundo, que si lideraría la redención de los caídos y traería la destrucción. No había dejado entrar en casa a los testigos de Jehova en todos estos años y ahora este cabrón le estaba comiendo el cerebro. Me había sacrificado todo este tiempo y ahora no pintaba nada.
Hasta que un día le oí decir algo del sacrificio de unas vírgenes y tuve que intervenir.
- ¡Ah no, a mi hijo no te lo llevas de putas!
- ¡Calla mujer, no te entrometas!
Se enfadó de una forma nunca vista (se puso rojo) y me dio una bofetada que me mandó a la otra punta de la habitación. Damian, inmediatamente saltó sobre él, enfurecido (también se puso rojo).
- ¡No toques a mi madre, maldito desgraciado!
Los dos echaban humo y los muebles volaban por todas partes.
- ¡Un respeto a tu padre!
La casa ardía de la mala leche que tenían.
- ¿Mi padre? ¿donde estabas cuando te necesité?
Le empezó a pegar y gritar cosas horribles, era la primera vez que veía a mi hijo cabreado.
La casa se vino abajo y Damian me sacó volando a una velocidad que ya la quisiera Superman.
Cogimos un coche que había en la calle, que por cierto, lo arrancó con solo tocar la cerradura, sin hacer el puente, y nos fuimos a toda velocidad de allí, dejándole a él bajo los escombros.
Cuando estábamos a salvo, y se nos acabó la gasolina, paró el coche, me miró a los ojos y me cogió la mano.
- ¿Estas bien, mama?
Llorando, afirmé con la cabeza.
- ¡Que no me entere yo que robas coches!

Si él es en verdad quien dice ser, no creo que haya muerto bajo la casa y si es así, tarde o temprano nos encontrará. Por el momento seguimos huyendo,cambiando cada dos por tres de ciudad. Mientras estemos juntos lo demás no importa.

Yo no se si mi hijo es el anticristo, si va a destruir el mundo y causar tanto sufrimiento; solo se que llegado el momento salió a defender a su madre y estoy orgullosa de él.