viernes, 29 de octubre de 2010

Cuando los viejos rockeros mueren

Dibujo de Universo Pamp.

Muchas son las muertes de los rockeros, ahogados en su vómito, en accidentes aéreos o en extrañas circunstancias; pero la que nos ocupa hoy se lleva la palma.
Nos referimos al mítico Robert S. Dead, líder y fundador de la banda americana Luzbell, a principios de los setenta.
Su muerte, el pasado mes de mayo, ha conmovido al mundo del heavy metal.
En tan solo unos días, han surgido todo tipo de historias al respecto, pero claro, una muerte así las merece.

Siempre hubo leyendas sobre sus posibles muertes, su propio nombre daba pie a ello, pero él siempre resurgía de sus cenizas. Nació así el mito de que había vendido su alma al diablo. Él bromeaba con que solo fue un préstamo.
Siempre tan polémico, con sus dos seises tatuados en los nudillos y el tercero qué decía tener detrás, para protegerle de posibles ataques. Y a pesar de su marcado carácter homófobo, dio la cara, públicamente, por su amigo, el cantante Ron Halbroock, cuando declaró ser gay.
– Por mi amigo doy la cara y si es necesario, el culo.
Siempre fiel a sus amigos.
– Intenté sacar a mis colegas de las drogas, pero terminé metiéndome yo. Lo curioso es que al final, ellos las dejaron.
El cantante Mosley Bourvon recordó en una entrevista:
– Era increíble la cantidad de droga que se podía meter, no nos quedaba nada a los demás y terminamos dejándolo. Ese cabrón nos salvó la vida. El día de su muerte me entraron ganas de meterme una raya de coca, pero, conociéndole, sería capaz de volver y metérsela por mi.

Escándalos, accidentes y comas etílicos, eran habituales en su vida, pero no pudieron con su carrera. Fue el asesinato, en los años ochenta, de su mujer, la modelo RoseMary Harrows y su hijo no nato, lo que le hundió en una profunda depresión de la que salió con la ayuda de sus amigos.
– En su casa siempre había drogas y alcohol, no podíamos dejar que pasara aquello solo.
Declaraba el guitarrista Dick Darkfly.
El propio Dead afirmó en una ocasión:
– Los muy cabrones solo venían por las drogas y todo eso, y aun así, no lo habría conseguido sin ellos.
Una vez más, había vuelto, pero su música había cambiado. Ya no era solo sexo, drogas y rock´n´roll, ahora rendía culto al diablo, a la muerte y a la oscuridad.
Su disco "666 Dead children" arrasó en las listas, a pesar de la polémica, o gracias a ella.

A mediados de los noventa, el cáncer hizo estragos en su maltratado cuerpo, pero él volvió a resurgir, en el nuevo milenio, con dos discos más.
Parecía que, verdaderamente vendió su alma y no podía morir, pero él debía intuir el final cuando organizó la última gira "Hell can´t waits".
El público alucinó cuando, en mitad de la actuación, desapareció entre el humo.
Mas de uno afirmó haber visto a la muerte.
– Claro que la vieron –dijo el guitarrista Reinaldo Lorrosso –era Wolvda Vradska, un rumano de dos metros y medio que hacía de muerte en el espectáculo. Ya había trabajado con nosotros en la gira del ochentaytres, haciendo de demonio. El pobre se llevó un susto cuando se encontró a Rob, muerto en el suelo.

Con esta triste anécdota, nos despedimos de Robert Stanley Dead. En su memoria nos quedan sus trece álbunes y la leyenda que cuenta como, el mismísimo Diablo acudió a las puertas del cielo a reclamar su alma y como Dios, en persona, le atendió diciendo:
– Este hombre lo dio todo por sus amigos y merece estar aquí.
Satán, enojado, respondió:
– ¡Será todo lo bueno que quieras, pero cuando cantaba era a mi a quien adoraba!