Aún queda media
hora para que la bomba explote. Media hora todavía y Lucía no acaba
de llegar. El edificio ya ha sido evacuado y me sobra tiempo para
huir, pero claro, si suelto el cable ya no será media hora sino 30
segundos. La suerte está echada, la policía no me dejará salir con
vida, y me niego a morir sin decirle que la quiero. ¡Maldita bomba
sensible a las ondas que no me permite llamarla! Bueno, mejor así,
por fin podré decírselo a la cara.
El contador marca
25 minutos. En verdad no es tanto tiempo, pues también le tengo que
pedir perdón. Perdón por todo lo que le hice, por los escándalos,
por las detenciones, por los embargos del banco, y por lo de su
padre. Yo nunca quise matarle, era un buen hombre, y un honrado
policía. Era una cuestión de muerte, era él o yo. En verdad fue un
accidente. ¡Como lo de esta bomba!
¡Maldita sea, 17
minutos! ¿Pero donde está?
A lo mejor no
quiere venir, quizá deseé verme muerto. Así se haría justicia, el
asesino habría caído. Puede que así por fin acepte el dinero del
atraco, si no por ella, por nuestro hijo. El pobre no tiene culpa de
nada.
12 Minutos. Si se
decide a venir no tendrá tiempo suficiente para huir, no podré
decirle todo lo que siento.
¡Mierda! Se me
está durmiendo la mano, no voy a aguantar mucho tiempo así. ¡Vamos,
imbécil, que aún quedan 6 minutos! Debería desistir y reventar de
una vez, pero no puedo renunciar a estos 4 minutos que me quedan para
verla. Aunque me pegara, aunque me escupiera en la cara y me llamara
idiota. Es lo que merezco, soy un mal marido y un mal padre, soy un
pésimo criminal. Nunca supe llevar una vida honrada, nunca supe
manipular explosivos.
50 Segundos. Ya
no vale la pena que venga. Mejor así, que viva su vida y sea feliz.
¿Lucía? ¿Qué
haces? ¿Por qué me miras así? Por favor, no digas nada.
¿Pero qué
haces? ¡No, no vengas! ¡Vete! ¡No, no me abraces!
¡Joder, que se
me escapa el cable!