miércoles, 28 de septiembre de 2016

Pepi y Manoli se van de excursión

                                                  Dibujo de Universo Pamp.

Pepi y Manoli se van de excursión. Se cogen el tren que las lleva a León.

–¿A León? ¿Pues no nos íbamos a Alicante?

–Bah, Alicante, eso esta ya muy visto. ¿Pero cuantas veces has estado en Leon?

–¿Yo? Ninguna ¿Y tú?

–Pues eso, más tendremos que ver.

–¿El qué? ¿La catedral?

–La catedral y todo lo demás.

–¿El qué?

–Pues eso.

–¿Acaso sabes qué tren tenemos que coger?

–Éste, o el otro, da igual.

La una va con muletas, y la otra cargada con la maleta.

–¡Vamos, mujer, qué no llegamos!

–¿Es que no ves que estoy coja?

–¡Oye, que yo voy cargada y todavía no me he quejado!

–Señora, ¿quiere que la ayude?

–¡Uy, quita, quita, que seguro que es un ladrón!

–¡Uy, quita, quita!

–Señora, que solo quería ayudar.

–¡Quita, quita!

–¡Buena la has hecho! ¿Y ahora cómo subimos el escalón del tren?

–¿Y cómo voy a subir yo, la maleta?

–Mujer, tira hacia arriba, que tiene ruedas.

–¡Ay, que no puedo! ¡Ayúdame! ¡Coge tú de ahí abajo!

–¿Y qué hago? ¿Suelto las muletas?

–Señora, deje que la ayude. ¿Por qué no nos han avisado antes? ¿Es que no saben que en RENFE tenemos un servicio de ayuda a mayores y discapacitados?

–¡Yo qué voy a saber!

–¡Lo ves, ya te lo dije!

–¡Tú qué me vas a decir!

–Señoras, por favor, siéntense ya, que va a arrancar el tren.

–Es que la maleta…

–No se preocupen, que yo les guardo la maleta.

–¡Ay, qué mareo, que arranca el tren!

–Mujer, si aún no ha arrancado.

–¡Ay, qué mareo! ¡Saca las pastillas!

–Pues estamos apañadas, están en la maleta.

–¡Saca las pastillas, saca las pastillas!

–Que no puedo, que la chica la ha guardado arriba, en el maletero.

–¡Saca las pastillas, saca las pastillas!

–Esta bien, voy a intentar alcanzar la maleta. Sujétame las muletas.

–¡Saca las pastillas!

–¡Pero, sujétame, que me caigo!

–¿Te sujeto a ti o a las muletas?

–¡Deja las muletas y sujétame a mí, que me mareo!

–¡Ah, no, que la que se marea soy yo!

–¡Ay, qué mareo! ¡Bájame que me mareo!

–¡Baja tú las pastillas, que me mareo!

–¡Pero señoras! ¿Se puede saber qué están haciendo? Déjenme a mí, déjenme a mí, que yo se lo bajo. A ver, ¿son estas sus pastillas?

–No, esas son las de la tensión.

–No, esas son las del colesterol.

–No, las del colesterol son las rojas, las de la tensión son las amarillas.

–Ah, vale, entonces las de aquí son las del oído.

–Vale, ¿y las del mareo cuáles son?

–Nada, hija, no te preocupes, que ya las encontramos nosotras.

–Sí, mejor así. Si ya estamos llegando. ¡Bendita sea la Alta Velocidad Española!

–¡Si ya hemos llegado!

–¿Y ahora cómo bajamos?

–Tira, coge la maleta y yo las muletas.

–¡Si no vamos a poder!

–Señoras, ¿quieren esperar las últimas, que ahora las ayudo yo, a bajar?

–Vale, vale… Ay que ver cómo se pone la chica por nada.

–¿Y ahora qué? ¿Cogemos un taxi?

–¿Lo vas a pagar tú?

–Sí, hija, sí.

–Taxista, al hotel Mariver.

–Al hotel Marimar.

–Al hotel Miramar.

–¿Se refieren al hotel León?

–¡Sí, a ese!

–Haber empezado por ahí, mujer. No necesitan un taxi, lo tienen allí mismo.

–¡Hombre! Pues muchas gracias.

–¡Lo ves! Por acordarme del nombre del hotel, nos hemos ahorrado un taxi.

–Ya. Ahora habrá que ver qué habitación nos dan cuando lleguemos.

–Agarra la maleta y tira.

–¡No se preocupen, señoras, les tenemos reservadas una habitación especial!

–¡Madre mía, qué grande es!

–Es para su mejor movilidad.

–¿Nos está llamando inútiles?

–¿Por qué tiene tantas camas?

–Es por el tamaño.

–¿Nos está llamando gordas?

–No, mujer, me refiero que es especial para gente mayor.

–Lo que yo te diga, nos está llamando viejas.

–No, por Dios, nada más lejos de mi intención. Si lo prefieren, les cambio a esta otra habitación que acaban de dejar libre…

–Hombre, esto es otra cosa.

–A dónde va a parar.

–Anda, dale una propina al hombre.

–Si el dinero lo tienes tú.

–Pero ahora no puedo sacar el bolso de la maleta.

–¿Y cómo quieres que bajemos a la cafetería, a cenar?

–Por mí no se molesten, señoras, que yo les dejo que descansen tranquilas.

–Anda que…

–¿Y ahora qué?

–¿Juntamos las camas, como cuando éramos pequeñas?

–¿Te acuerdas de las broncas que nos echaba mamá, por tu culpa?

–¿Te acuerdas de las que nos echaba papá, por la tuya?

–¿Nos vamos a pasar todo el fin de semana discutiendo?

–Anda, tonta, ¿con quién te lo vas a pasar mejor que con tu hermana?

–Ea, ya me ha ya me ha llamado tonta.

5 comentarios:

  1. Mañana es el cumpleaños de mi madre, y he decidido dedicarle con cariño y respeto, este relato sobre su último viaje a León, con su hermana, mi tía, a la que ya de paso, también se lo dedico, pero ojo, sin quitarle un ápice de protagonismo a la chica del cumpleaños.
    ¡Felicidades, mamá! ¡Va por vosotras!

    ResponderEliminar
  2. Me ha recordado los muchos viajes que yo hice a León en mi adolescencia y juventud, camino del internado que no tenía camas tan grandes ni amabkes azafatas que te ayudasen con la maleta, de cartón pero maleta,...
    Solo tardabamos diez horas... ciertamente era un elogio a la lentitud y a las tablas de los asientos clavadas en el culo.
    Un abrazo Dabid!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué peligrosos sois los manchegos en León, Manuel!

      Un abrazo para ti.

      Eliminar
  3. Me ha parecido genial que, solo con diálogos, he conseguido verlas

    ResponderEliminar