lunes, 6 de enero de 2014

Paco y el monstruo

                                                   Esta vez el dibujo es mío.


Paco tiene un monstruo en su habitación, que por las noches le atormenta, riendo y agitando los brazos. El pobre grita y grita sin parar, hasta que su madre enciende la luz y se lo encuentra sentado en la cama, temblando de miedo.
–Hijo, ¿qué te pasa?
–¡Mamá, un monstruo, un monstruo! –repite una y otra vez, señalando al perchero.
Ella le abraza para calmarle.
–No, cariño, no, sólo es tu abrigo en el perchero, cálmate.
Pero él lo sigue viendo, y sigue gritando.
–¡Un monstruo, un monstruo!
Ella le abraza más fuerte hasta que logra calmarle.
–No te preocupes, cielo, solo ha sido un sueño.
Y se lo lleva a dormir a su cama.
A su padre no le hace ninguna gracia.

Y así noche tras noche.

–¡Mamá, un monstruo, un monstruo!
–Pero, hijo, ¿no ves que es el perchero? Tranquilízate.
–Mamá, ¿puedo dormir con vosotros?
–Vale, pero no te acostumbres.
Y aunque Papá refunfuña, a Paco no le importa. Sabe que estando allí sus padres, el monstruo no se atreverá a entrar.

Su padre se hartó y aprovechó la hora del desayuno para decírselo.
–Paquito, ya eres mayor y tienes que dormir en tu cama. Ya sabes que los monstruos no existen.
El pobre niño no supo qué contestar. Tenía la boca llena de chococrispis.

Pero el monstruo seguía apareciendo.

–Mamá, ¿puedo dormir con vosotros?
–No, hijo, no, tienes que ser valiente –ella le acarició–, duerme tranquilo.
–¿Me puedes dejar encendida la luz del pasillo? –preguntó.
Ella negó con la cabeza, apagó la luz y cerró la puerta.

Paco se acurrucó bajo la funda nórdica. Dentro hacía mucho calor, pero él no quería salir. Intentaba tranquilizarse, pero tenía miedo. Cuando empezó a oír la siniestra risa del monstruo, cerró con fuerza los ojos, apretando los dientes, y se tapó las orejas. Aguantó un buen rato así, hasta que no pudo más y asomó la cabeza para respirar. Entonces lo vio, agitando los brazos, con los ojos rojos y los dientes afilados.

–¡Mamá!
La puerta se abrió y la luz se encendió. Esta vez era Papá, y estaba enfadado.
–¿Se puede saber qué pasa?
–¡Papá, un monstruo, un monstruo! –gritaba señalando.
–¿No ves que solo es un abrigo colgado en el perchero?
Paco estaba aterrado, quería pedirle que le llevara a su cama, pero sabía que él no le dejaría. Al final, el padre se apiadó.
–Vamos, hijo, –dijo acariciándole la cabeza– no lo pienses más y duérmete.
Paco le miraba con los ojos llorosos.
–¿Si te doy esta linterna te quedas más tranquilo?
El niño afirmó con la cabeza.
Le dio la linterna, le arropó y le besó en la frente. Apagó la luz y cerró la puerta.

Cada vez que el monstruo se reía, Paco le enchufaba con la linterna, para asegurarse de que solo era un perchero. Y así se pasó un par de horas, hasta que se acabaron las pilas. Entonces, se volvió a meter bajo el nórdico, asustado, repitiendo una y otra vez:
–Eres un perchero, eres un perchero…

El padre se quedó mirando como su hijo mojaba tristemente, una magdalena en el colacao.
–Paco, ¿qué te pasa?
–Que soy un cobarde –contestó.
El padre se emocionó.
–No, hijo, no.
–Sí, Papá, yo quiero ser como los valientes que no tienen miedo, pero soy un cobarde.
Él le puso la mano en el hombro y le miró de esa manera que tenía de mirar cuando iba a decir algo importante.
–No, hijo, no, los valientes también tienen miedo, pero se enfrentan a él. Por eso son valientes – le guiñó el ojo, sonriendo–. Además, tu y yo sabemos que los monstruos no existen.
Paco se quedó pensando, viendo a su padre irse a trabajar.

Una noche más, el monstruo acudió, con su siniestra risa. Paco, asustado bajo la funda nórdica, se decía a sí mismo:
–Tienes que ser valiente, tienes que ser valiente…
Pero el monstruo seguía riéndose. Él repetía una y otra vez:
–Tienes que ser valiente, tienes que ser valiente…
Paco pensó que si atrapaba al monstruo, sus padres verían que es verdad, y se decidió a tenderle una trampa. Apretó los dientes y, sin salirse del nórdico, se escurrió debajo de la cama.
–Soy valiente, soy valiente –se repetía.
Su plan era salir por el otro lado de la cama y pillar al malvado despistado. Allí abajo estaba muy oscuro. Al fondo se veía algo brillar.
–Soy valiente, soy valiente…
Cada vez tenía más miedo, pero era ese miedo el que le empujaba a seguir adelante. Pensó que sería algún juguete brillante que había perdido allí, e intentó ignorarlo.
–Soy valiente, soy valiente…
Cuando salió al otro lado, estaba muy nervioso y temblaba sin parar. A pesar de la oscuridad, entraba luz de la calle y podía ver la silueta del monstruo agitando los brazos. Estaba de espaldas. Era el momento de atacarle.
–Soy valiente, soy valiente…
Apretó los puños y tomó carrerilla, saltó sobre el arcón de los juguetes, y desde ahí arremetió contra el cruel monstruo.
–¡Aaah! –gritaba con los ojos cerrados.
El perchero, al caer, soltó un estrepitoso ruido. La luz se encendió. Era Mamá, estaba muy enfadada.
–¡Por el amor de Dios! ¿Se puede saber qué haces?
Paco se encontraba en el suelo, agarrando el perchero y mordiendo el abrigo.
–¡Ya estoy harta –gritaba la madre–, te vas a dormir de una vez, y no quiero volver a oír nada de la historia del monstruo!
Metió al niño en la cama, levantó el perchero, colgó el abrigo, apagó la luz, y se fue dando un portazo.

Paco estaba furioso, su madre se había enfadado con él por culpa de aquel estúpido monstruo que no le dejaba dormir. Apretó los dientes, e intentando no gritar, miró fijamente a sus ojos rojos.
–Maldito monstruo, ya no te tengo miedo, ya no te tengo miedo…

Y así estuvo toda la noche, hasta que se quedó dormido y el monstruo desapareció.



Algunas noches, el monstruo vuelve con su risa tenebrosa y sus ojos rojos, pero Paco ya no le escucha, y aunque él sigue allí, el miedo se fue. Ahora Paco duerme feliz.

8 comentarios:

  1. Anoche vi a los Reyes Magos hurgando en un contenedor de basura. Supongo que la cosa está tan mal que no se han podido pasar por mi casa. También puede ser que este año haya sido muy malo. Bueno la cuestión es que a falta de regalos, me he decidido a regalaros este cuento que escribí hace muchos años, y que ahora he reescrito para vosotr@s.
    Espero que los Reyes os hayan traído carbón para la calefacción, que tal y como están las cosas…

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  2. La verdad que es una pena todo lo que está pasando, pero quédate con que por muchas cosas que recorten , a tí, nadie te va a quitar esa imaginación y tu forma de escribir, que nos gusta a todos . UN BESO

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  3. Como siempre soy Mari-Sol con la cuenta de mi marido

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    1. Gracias, Mari Sol. El jueves te veo y te vuelvo a poner cara.

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  4. Yo cuando me despierte y veo la silla con ropa hasta arriba cierro los ojos fuerte para que sea un monstruo hasta que me quedo dormido. Por la mañana despierto y compruebo que no! Es ropa que tendré que planchar :(

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    1. Lo siento, Monstruo Pamp, los monstruos normalitos no se atreven a entrar en tu habitación. En todo caso, alguna monstrua podría traerte monstruitos. De darse el caso, pregúntale si tiene alguna hermana-monstrua…

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  5. Por muy valientes que seamos, todos tenemos monstruos a los que vencer y que de vez en cuando también nos atormentan, como a Paco. Muy bueno.

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  6. Buen cuento, David. Bien mostrados los escenarios, la atmósfera narrativa y las caracterizaciones psicológicas de los personajes, como asimismo sus sentimientos y emociones. Un abrazo.

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