sábado, 3 de mayo de 2014

El día de la madre

 
Dibujo de Universo Pamp.

Dolores se levantó esa mañana temprano, ignorando los achaques, y limpió la casa de cabo a rabo, hasta dejarla como una patena. Podía reflejarse en los azulejos del baño, pero no quería verse vieja y arrugada, todavía no. Se puso lo primero que encontró y bajó al mercado. Compró lo justo para preparar una mala comida y una gran cena, discreta pero buena, para cuatro invitados. Pasó por la pastelería de Gallardo y cogió una tarta de albaricoques, la que tanto gustaba a Rufino.
De vuelta en casa, descansó un rato su dolorida espalda y se puso a cocinar. Preparó un caldo para comer y unas truchas encebolladas para la cena. Les añadió patatas al estilo campero, como le gustaban a Teófilo. Sabía que de ahí a la noche se quedarían frías, pero tampoco importaba mucho.
Se echó una siestecilla viendo la telenovela, y después se dio un buen baño caliente, nada de duchas frías, le puso sales aromáticas de la Toja. Estuvo un buen rato en el agua, a riesgo de arrugarse más, disfrutando el momento de paz antes de la fiesta.
Dejó los vestidos negros en el armario y se planchó la falda azul marino. La combinó con su camisa estampada. Se maquilló la cara para estar guapa, pero no se puso sombra de ojos en deferencia a su madre, ella siempre pensó que eso era de fulanas. Sus pulmones hicieron un esfuerzo especial por soportar la cantidad de laca necesaria que echarse para que su pelo quedara curioso.
Cuando sacó el mantel de los domingos y la cubertería buena, los gatos salieron de la casa, porque sabían qué día era.
Colocó la mesa en mitad del salón, con sus cinco sillas, sus cinco cubiertos y sus cinco platos de trucha con patatas. En las cinco copas sirvió vino tinto del bueno, de Valdepeñas, que trajo de la bodega de Damián. Sabía que Hipólito no podía tomar alcohol, pero qué porras, un día era un día.
Colocó las fotos de sus cuatro hijos, cada una en su sitio, y la tarta de albaricoques en el centro de la mesa, adornada con cuatro velas. Se sentó y esperó con la copa en la mano.
Cuando se apagó la primera vela, sabía que era Rufi, él siempre era el primero en llegar a ver si su madre necesitaba algo. Tras su hermano, Poli no tardó en aparecer, el pobre siempre necesitando la ayuda de mamá. Inmediatamente, la tercera vela se apagó cuando Teo acudió al olor de las patatas camperas. La cuarta vela tardó un rato en apagarse, pero la forma violenta en que lo hizo anunciaba claramente la llegada de Juanra. Su madre no se lo tuvo en cuenta, hacía tiempo que le perdonó todo aquello.
Pletórica de felicidad, alzó la copa y se dijo a sí misma:

–¡Feliz día, mamá!

9 comentarios:

  1. Reconozco que me ha salido triste, pero bueno, mañana es el día de la madre y se lo pensaba dedicar a todas, las madres, pero qué coño, ellas ya tienen a sus hij@s; esto se lo voy a dedicar a MI MADRE, que bastante sufrimiento tiene la pobre con sus cuatro hijos, que sólo le dan disgustos.

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  2. Muy bonito Dabid! Y me han dado ganas de llamar a mi madre, de hecho voy a hacerlo ahora... Un abrazo!

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    1. Eso, eso, llama a tu madre, que es su día, pero no te la traigas al hostal, que hoy están tristes los fantasmas.
      Gracias por tu visita.

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  3. Muy triste, pero precioso. Felicita también a tu madre , por tener un hijo como tu. BESOS
    Mari-Sol

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    1. Gracias, Mari-Sol, por pasarte por mi hostal, en un día como este.

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  4. Me encanta ese final!!! Muy buen relato!

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  5. Gracias, Mario, pasa al hostal y mira a ver si queda tarta de albaricoques.

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  6. Muy buen relato aunque triste.La vida es así. A veces no se puede cambiar .
    Se vive de recuerdos
    Saludos
    Rufino

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    1. Una madre siempre es una madre, ya sean sus hijos buenos o malos, o estén muertos. Siempre es una madre.

      Gracias por visitar mi hostal, Rufino.

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