La sesión del
congreso empezó con unos cuantos ladridos, hasta que la
vicepresidenta tomó la voz cantante.
–Guau –aseveró
con un exceso de seguridad inusual en ella.
–Guau guau
–respondió el presidente de la oposición, intentando no ser
menos.
–Guau –volvió
a decir con chulería desafiante.
–Guau guau
guau.
Él contraatacó
con más énfasis, pero ella argumentó sin perder la calma:
–Guau, guau,
guau.
–¡Guau guau
guau! –intervinieron indignados los del grupo independiente.
–¡Guau guau
guau guau! –la ministra de empleo se dio por aludida.
–¡Guauguau
guauguau! –cada vez eran más los diputados de la oposición que
contestaban.
El ministro de
defensa salió al ataque.
–¡Guauguauguauguauguauguau!
Los pacifistas se
alzaron.
–¡Guau, guau,
guau! ¡Guau, guau, guau!
–¡Grrr, guau
guau, grrr! –el ministro de educación también quiso opinar.
Todos levantaban la voz, los ecologistas y los
de acción social aullaban sin parar. El presidente no sabía qué
hacer, se veía acorralado, quería poner orden, pero solo pudo
decir:
–Miau…
Bueno, supongo que hoy no estoy siendo muy original, ni hace falta que os explique de donde me ha venido la inspiración.
ResponderEliminarMe conformo con que os guste.
Yo si quiero saber de donde te ha venido la inspiración! Me ha encantado éste relato, en serio!
ResponderEliminarGracias, Mario. No recuerdo haber alojado nunca a ningún político en mi hostal, a lo mejor tendría que permitir el acceso a perros ladradores, supongo que me dan miedo los que no ladran, esos seguro que muerden.
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