domingo, 24 de abril de 2016

Yuri

                                                    Dibujo de Universo Pamp.


Yuri se balanceaba en el columpio cuando los pájaros dejaron de cantar. El aire olía raro y el silencio era ensordecedor. Las mujeres llamaron a sus hijos. Sascha, Andrei, Boris…, todos salieron corriendo. Su madre tardó en llegar.

–Yuri, cariño, tenemos que irnos.

Metieron lo imprescindible en una maleta y abandonaron su hogar. A Yuri no le dio tiempo de coger su osito Mischa. Les metieron a todos en un enorme autobús, y les llevaron a un hospital. El pequeño no paraba de preguntar por su papá.

–Tranquilo, cielo, ya lo encontraremos –le decía mamá, mirando a todas partes.

Cuando anunciaron su nombre por megafonía, ella salió corriendo por un pasillo. Le dijo que la esperara allí, que no se moviera, que no tardaría. Fue la última vez que vio a su madre.

Le llevaron lejos, muy lejos, donde hacía más calor y podría vivir apartado de eso. Allí conoció a Marisol, y a su madre, Conchita. Ellas cuidaron de él, y le ayudaron a hacerse un hombre de provecho. Estuvo un par de años con vómitos y dolores, pero aquello pasó.

Con el tiempo, los suyos, los que pasaron por lo mismo que él, volvieron a casa, para esclarecer todo lo que pasó. Pero él no. Yuri se conformaba con saber que sus padres fuero héroes de la Unión Soviética, como Yuri Gagarin, el primer hombre que fue al espacio. Algún malicioso le contó que eso era mentira, que habían salido otros, antes, pero que él fue el primero en volver con vida. A Yuri eso no le importaba, sus padres combatieron contra un enemigo invisible que podría haber matado a mucha más gente de la que se llevó, y nunca serían reconocidos como el famoso cosmonauta.

Ahora la alarma está en Japón, y Yuri no ha dudado ni un momento en ir a ayudar, para que no vuelva a pasar lo mismo que sucedió veinticinco años atrás. Pero allí son muy suyos, y no aceptan la ayuda de extranjeros. Dicen que lo tienen todo controlado. ¡Qué no le cuenten milongas! Eso mismo dijeron entonces, cuando pasaron dos días expuestos a la radiación, hasta que el gobierno decidió evacuarles.

Aquello es un caos. Edificios derrumbados, calles inundadas, gente corriendo de acá para allá… A pesar de las sirenas y los gritos, el aire tiene ese silencio mortífero de entonces. Yuri hace un esfuerzo para no derrumbarse y echarse a llorar. De repente ve a una niña temblando en un rincón, abrazada a un muñeco, ajado, de Doraemon.

–No te asustes, ¿estás bien? –se le acerca, chapurreando el poco japonés que habla– Me llamo Yuri, ¿y tú?

–Michiko, me llamo Michiko –balbucea la niña–. No encuentro a mi papá, no encuentro a mi mamá.

Yuri abriga a la pequeña, con su cazadora, y la coge de la mano.

–No te preocupes, Michiko, vamos a encontrar a tus padres.

5 comentarios:

  1. Hace ya treinta años del accidente de la central nuclear de Chernovil. Recuerdo que era yo un niño cuando decían por la tele que la niebla radioactiva se estaba expandiendo por Europa. ¡Qué miedo!
    Esto se lo dedico a los pobres que cayeron por todo aquello, a los valientes que dejaron su vida luchando contra eso, y a los que todavía luchan y lo sufren.
    Lo mismo digo para los homónimos japoneses.

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  2. Me ha encantado tu relato y desgraciadamente está muy de actualidad. Me ha gustado uno de los nombres, me resulta conocido . Un besazo monstruo, que eres un monstruo
    Marisol

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    1. ¿En qué estaría yo pensando para poner esos nombres? ;)

      Un besazo para ti, Marisol, y un abrazo para tu marido, que da la cara por ti.

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  3. Un homenaje y un recordatorio muy dulce a todas las víctimas de tan desgraciados acontecimientos de la historia reciente.
    Se nota tu sensibilidad en éste cuento. Me gusta mucho también.
    Me va gustando éste David más sensible y un poco menos ácido que de costumbre. (sin desmerecer el David sarcástico, por supuesto).
    A mí como a Marisol, también me suena uno de los nombres.
    Gracias por el bonito detalle.
    Un besazo como siempre.

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    1. Gracias, Conchi.
      Ya sea en Rusia, ya sea en Japón, o en la casa de al lado, siempre hay un día que levantar, y con eso no podemos ser ácidos… como mucho, radioactivos.

      Un besazo.

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